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Francisco Javier Díaz

Buenos Díaz Las Condes!

Buenos Díaz Las Condes!

Este es mi weblog. Se trata de un espacio simple, hecho a pulso y cariño por grandes amigos, pero que intenta mostrar mi campaña a concejal por Las Condes. Aquí verás quién soy, por qué me presento en esta comuna, y cuáles serán las actividades de mi campaña.

Hemos decidido hacer una campaña distinta. En algún tiempo más, las campañas políticas no serán como han sido hasta ahora. Así como hoy ya no se ven grandes concentraciones ni marchas como vieron nuestros padres o abuelos, en un futuro no muy lejano ya no veremos brigadistas pintando paredes, ni carteles colgando de los cables del teléfono. Pero además, ante la homogeneización de las técnicas de marketing y publicidad televisada, las campañas políticas se volverán a centrar en lo que siempre debió haber sido lo importante: el contenido del mensaje, y la difusión de estos contenidos entre los propios ciudadanos. Por eso quiero invitarte a conocer, a través de este weblog, cómo una persona de izquierda como yo pretende convertirse en concejal en una de las comunas más ricas de Chile.

Creo que las nuevas tecnologías nos ayudarán en el futuro a avanzar hacia una democracia verdaderamente deliberativa, donde los ciudadanos no sólo se hagan representar, sino que también mediten y conversen acerca de sus posiciones. Para ello, nada mejor que el trabajo en red y que la discusión de ideas.

No tengo ni plata ni tiempo para hacer el tipo de campaña “tradicional”, con batucada, puerta a puerta, y globos para los niños incluidos. Pero creo que las campañas políticas son algo trascendental para el fortalecimiento de la democracia. Por eso es que pretendo darme a conocer a través de medios como éste, y que ustedes deliberen acerca de mi postulación. Para bien o para mal (llámese eso votar o no por mi), que el lector de mi página web decida, sin necesidad de una polera de regalo o la sonrisa de una modelo, qué cree es lo mejor para la comuna de Las Condes.

www.franciscodiaz.cl

¿Por qué Francisco Javier Díaz debe ser concejal?

¿Por qué Francisco Javier Díaz debe ser concejal?

Por Patricio Navia

Hay al menos tres razones para elegir a Francisco Diaz como concejal en Las Condes.

La primera tiene que ver con la democracia. Para que las democracias funcionen, es importante que los representantes populares desempeñen bien sus obligaciones y tareas. De poco sirve tener un concejo municipal con concejales que no quieren o no pueden hacer bien su trabajo. Díaz posee las credenciales y la experiencia necesaria para desempeñar bien su tarea. Francisco Diaz es un abogado, master en ciencias políticas, candidato doctoral, padre de familia y destacado profesional. Su preocupación por los temas públicos lo llevó a ser columnista de La Nación Domingo, donde analizaba con inteligencia y sagacidad los desarrollos de la política nacional. Más allá de su militancia política—asunto que abordo después—la ventaja de tener a Díaz como concejal es que uno sabe que es un profesional que desempeñará responsable y exitosamente las tareas que le caben. Su presencia en el Concejo fortalecerá la democracia y mejorará la calidad de los servicios ofrecidos por la comuna a su s habitantes.

La segunda razón tiene que ver con la diversidad. Las Condes es una de las comunas más influyentes del país. Lo que ocurre en Las Condes afecta de forma directa a muchas otras comunas de Chile. Si todo el país tuviera los ingresos y las oportunidades de las que disfrutan la mayoría de los habitantes de esa comuna, el nuestro sería un país mucho mejor. Pero Las Condes no es una comuna homogénea. Aunque la mayoría de la población disfruta de buena calidad de vida, hay enormes diferencias de ingreso, oportunidades y acceso en esa comuna. En ese sentido, Las Condes bien pudiera representar el país que tendremos si seguimos en el sendero del crecimiento: una sociedad con oportunidades para muchos, pero con bolsones de persistente pobreza. Para privilegiar políticas públicas incluyentes, promover la diversidad y no olvidar que el crecimiento económico que tanto disfrutamos y celebramos debe también alcanzar a los marginados, es importante que haya un socialista en el concejo de l a comuna. Y este no es cualquier socialista. Díaz es un socialista que disfruta y goza con el mall, que habla inglés y admira la cultura anglosajona, que entiende y celebra la iniciativa privada y el capitalismo, pero que también cree en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

La tercera razón tiene que ver con la calidad de las personas. Además es un amigo ejemplar, un hombre notable, un certero analista y, ¡vaya!, un muy buen tipo, Pancho Diaz es un hombre que se preocupa por el bienestar de la gente. Más que por compartir algunas posiciones políticas que tienen que ver con promover la libertad individual y otras causas liberales, y más que por creer que es importante promover la diversidad política, creo que el principal motivo que me lleva a promover y apoyar a Pancho Diaz es su calidad humana. Pancho Diaz es un hombre de confianza, un tipo íntegro.

Lamento que Pancho Díaz sea candidato en Las Condes y no en Providencia. Me hubiera gustado poder tener la oportunidad de inscribirme para votar por alguien como Pancho Díaz para concejal en mi comuna. Pero Francisco decidió ser candidato en Las Condes por una razón que no tiene mucho que ver con dónde puede salir electo concejal. El optó por buscar un escaño en Las Condes porque creció en esa comuna y se siente parte de su historia, sus temores, sus contradicciones, sus problemas, fortalezas y también de sus sueños.

Simplemente Michelle

Simplemente Michelle

ANIMAL POLITICO
La Nación Domingo, 15 de Febrero de 2004

Por Francisco Javier Díaz

Estoy seguro que si un publicista pudiera escoger el nombre de su candidato o candidata a la presidencia, no podría encontrar mejor nombre que Michelle. No sólo es un nombre precioso y difícil de olvidar, sino que además es tremendamente dúctil. Los más elegantes lo pronunciarán con un cuidado acento francés, con “SH” al medio y una “L” como en suspenso al final (“voto por Mishellll”), mientras que los más pirujas lo pronunciarán fuerte, golpeado, con artículo “la” antecediéndole, como lo hacen con las cientos de Micheles que uno ve en todos los barrios (“voto por la Michel”). Como con los grandes, Iván, Elías o Leonel, todo Chile unido en un solo gran nombre: Simplemente Michelle.

La figura de Michelle como presidenciable ya es un dato en la política chilena de hoy. No le recomendaría a ningún político ni analista que subestime las posibilidades de la Bachelet a la hora de hacer un análisis de correlación de fuerzas. Michelle no sólo muestra los mejores puntajes en las encuestas de evaluación personal, sino que sobrepasa en intención de voto el apoyo que tiene, por ejemplo, todo el conjunto de partidos del bloque progresista de la Concertación. Y cuando una figura comienza a tener mayor apoyo que los partidos que la sustentan, es hora de tomar nota y analizar en qué está.

Michelle tiene dos desafíos y una gran oportunidad. El primer desafío dice relación con su condición de mujer. No hay que autoenganarse en esto. El peor favor que le pueden hacer a Michelle quienes la apoyan es menospreciar el machismo de chilenas y chilenos, y hacer una campana voluntarista que trate de imponer una mujer al votante, más que tratar de convencerlo de que ellas lo pueden hacer igualmente bien, o mejor. Hay que tener siempre en mente que la elección del 2005 será una elección estrecha, donde el hecho de ser mujer puede ocasionar, lamentablemente, que se resten votos decisivos. Los partidarios de Michelle argumentan, voluntariosos, que hay encuestas que indican que el 80% de los chilenos estaría dispuesto a votar por una mujer. Pero olvidan que el restante 20% puede ser fatal para sus pretensiones. “Calmao, ese 20% es pura gente de derecha que igual no votaría ni por la Alvear ni por la Bachelet”, dirán animosos. Pero nadie ha visto el desglose de las cifras, ni el nivel de apoyo a una mujer correlacionado con la posición ideológica del encuestado. Lo único que sabemos, por ahora, es que uno de cada cinco chilenos dice que no vota por una mujer por el sólo hecho de ser mujer, sin importar si ella es de derecha o de la Concertación.

Así, la candidatura de una mujer no basta con presentarla y esperar a ver qué pasa, hay que trabajarla adecuadamente. Eso hay que hacerlo desde dos perspectivas, las que llamo “lo tuyo y algo más”. Reforzar la idea de que la mujer es plenamente capaz de gobernar una actividad tradicionalmente asociada con lo masculino (“lo tuyo”), e instalar la idea de que la cercanía, el carino, y la preocupación especial de una mujer es lo que se requiere en el Chile de hoy (“algo más”).

El segundo desafío de Michelle pasa por ella misma. Pasa por demostrar su capacidad de gobierno y lograr mayor autonomía política. Lo primero lo ha demostrado, aunque sus adversarios interesadamente lo nieguen. No sólo es inteligente y preparada, Michelle ha hecho mucho más por Chile que cualquiera. Su generosidad es notable, y demuestra una capacidad de entendimiento superior a la media. Algunos dicen que le falta experiencia política, olvidando que su valerosa militancia socialista durante el terror de la dictadura equivale a la experiencia de toda una vida como alcalde de Las Condes o Santiago. La autonomía política, en cambio, es un desafío pendiente, el cual se puede superar en el corto plazo a través de una buena coordinación con su partido. La autonomía política de Michelle y la consolidación de su liderazgo pasan por el apoyo y la fuerza de los socialistas. A mayor orden en su partido, mientras mejor y más capacitado el equipo de apoyo que el partido ofrezca a las elites y a la ciudadanía, mayores las posibilidades de Michelle.

La gran oportunidad dice relación con el futuro inmediato de la izquierda, y específicamente del Partido Socialista. Puede sonar duro, pero el PS no le habla al pueblo de sus problemas cotidianos desde las 40 medidas de Allende. En sencillo, con Michelle el PS vuelve a la mesa del comedor de los chilenos. Les recuerda lo mucho que se sufrió en dictadura, es cierto, mal que mal Michelle es Michelle, pero también les habla de trabajo, salud, educación, seguridad. El correlato de esta oportunidad es el desafío del PS de no sobregirarse. Michelle no es ni la puerta del PS hacia el centro político, ni tampoco es la salvación de la izquierda. Ese debate quedará para la dirigencia partidaria. Basta con que ella sea la voz socialista hacia la gente común y corriente.

Michelle Bachelet puede ser la próxima presidenta de Chile. Tiene el carisma, la inteligencia, un nombre precioso, y la marca de un gobierno exitoso. Tiene que trabajar adecuadamente el tema de género, y tiene que consolidar su autonomía a tavés de un liderazgo indiscutido en la izquierda. Pero sobre todo, tiene que ella y su partido darse cuenta que la voz hacia el chileno medio es lo que estará en juego en esta partida. Esa es la gran oportunidad que ella presenta. Ni Marx, ni Lenin, ni Fidel. Simplemente Michelle.

Caiga ... quien ... ¿Caiga?

ANIMAL POLITICO
Revista Plan B, 24 de Agosto de 2003

Francisco Javier Diaz

No puede ser. Resulta que ahora los unicos responsables de la dictadura militar que goberno durante 16 anos y medio en Chile son Carlos Altamirano, por un lado, y un grupo de oficiales de ejercito de menor rango que son defendidos por Hermogenes Perez de Arce. El resto, blancas palomas presas de sus circunstancias, que ahora en actos de contriccion extrema dicen hacer suyo el dolor de los que sufrieron, alegan ignorancia, y prometen nunca mas. Y que se juzgue a los que haya que juzgar, menos a Pinochet. Curioso caiga quien caiga. Que sean pocos y ojala rascas, pero que caigan.

Nos ha tomado 30 anos para ponernos a hablar del golpe militar. Es mas, a importantes sectores de derecha de este pais les ha costado 30 anos llamar golpe al golpe. Eso es una pequena muestra no solo de lo eufemisticos que hemos sido como sociedad, si no que de ese persistente animo de acallar las cosas, de minimizar nuestras faltas, de hacernos los tontos, y de esconder nuestra vergüenza. Porque es cierto: da mucha vergüenza admitir que cientos de oficiales y sub oficiales de nuestras fuerzas armadas, asi como cientos de funcionarios de nuestro aparato publico, a cuenta del erario de todos los chilenos, se prestaron para montar una industria de tortura y muerte. Asi de claro: una industria de terror. Movilizaban recursos, ordenaban personal, manejaban flujos de caja, administraban bienes y recintos del Estado. Pagaban cuentas de luz, agua, echaban bencina, rendian cuenta, enviaban sus oficios a Contraloria. Nuestro Estado mataba y torturaba.

Y aquí estamos. Estamos a treinta anos del golpe y todavia hay gente en la Democracia Cristiana que se complica y saca cuentas menores con su rol en este proceso historico. En breve: la mayoria de la DC apoyo (no alento, ni instigo, ni trabajo para, simplemente apoyo) el golpe militar, y de hecho, penso que los militares les entregarian el poder prontamente. A muy poco andar rectificaron su apreciacion y se transformaron en decidida oposicion, incluso a riesgo de sus propias vidas. Es acaso tan terrible la historia como para que se sigan complicando tanto? Ojala todos fueran tan magistralmente dignos como Patricio Aylwin, principal orador en el funeral de Allende en 1990. “Me opuse tenazmente a la UP, pero, uno, Allende era un democrata, y dos, nada justifica los horrores del gobierno militar”. Es muy dificil reconocer eso, sobre todo si desde hace 13 anos que se gobierna precisamente con los sobrevivientes de la matanza? Parece que hay gente en la DC que todavia desea su propio caiga quien caiga: la izquierda por revolucionaria y la derecha por golpista. Pero ellos no. Incluso despues de tres decadas, no.

Estamos a treinta anos del golpe y la izquierda aun no lo puede dejar atrás. Treinta anos, ¡es muchisimo tiempo! Yo ya estoy viejo y ni siquiera habia nacido cuando Allende ya era presidente de Chile, ¿se supone que me tengo que preocupar toda mi vida politica de eso? Es cierto: la memoria hay que cuidarla. Creo en los partidos politicos y creo que la memoria en estos es imprescindible para generar espacios de comunidad e identidad. Y siento un profundo respeto por los caidos. Pero no solo no hay manana sin ayer, tampoco hay manana con puro ayer. Y ese ayer no era tan glorioso como muchas veces lo pinta la izquierda. Al menos parte importante de ella ha reconocido sus culpas.

Estamos a treinta anos del golpe y la derecha deja caer a cualquiera que no importe mucho. La UDI juega a los adolescentes, RN no existe. Mientras que por debajo, intensas negociaciones para que caigan los mas feos, los mas malos y los mas rascas. Cheyre y Longueira, paso al lado. Caen solo los que se engolosinaron demas y que tenian ambiciones politicas. Pero los que planearon, los que ocultaron, los que protegieron, los que sabian, muchos de ellos hoy en la UDI como blancas palomas, nada. Ellos no caen. Hasta Pinochet se hace el loco para no caer. Nuevamente don Patricio Aylwin nos interpreta: “No puedo concebir que Pinochet no supiera”.

A la larga, este sera un juicio historico, muy cercano al hombre de la calle, que simplemente sabe, porque lo vio, que la derecha militar y politica fue la responsable de la industria de tortura y muerte de la dictadura. Me quedo con lo que piensa el chileno medio, como seneramente lo dijo Ivan Zamorano, en una entrevista cuando jugaba en el Sevilla de Espana, a comienzos de los noventa: “¿Ivan, qué es para usted Allende? Democracia. ¿Y Pinochet? No democracia.” Asi de simple. Caiga quien caiga.

FJD

Tragedia Griega

ANIMAL POLITICO
La Nación, Domingo 11 de Mayo de 2003

Francisco Javier Díaz

Alguien decía que el golpe de Estado y el quiebre de la democracia en Chile fue como una tragedia griega: Todos sabían el final, nadie quería ese final, pero todos los actores hacían lo necesario para que llegara precisamente ese final, en vez de hacer algo por evitarlo. Espero que no pase algo similar ahora en Chile respecto de la función pública: todos saben que un funcionario de nivel medio, que recibe un complemento de su sueldo a través de un convenio de honorarios, que evidentemente no lo hace millonario, y que obedecía a una práctica que se encontraba establecida en el país con mucha anterioridad, no debiera ser acusado de corrupción. Podrá existir alguna irregularidad administrativa, sí, pero intención positiva de defraudar al Fisco para un enriquecimiento personal, lo dudo. Esa es la tragedia griega que vivimos ahora: todos saben que con el prestigio de la función pública no se juega, pero nadie parece querer dejar de jugar con ella.

Durante la semana vimos un ejemplo paradigmático a raíz de la propuesta de Ominami de darle una solución política al tema de las investigaciones judiciales por los casos de sobresueldos. Al margen de que la propuesta fuera acertada o no, la intención de Ominami era clara y honesta: el problema se está escapando de control y puede terminar por generar una clima altamente pernicioso dentro del aparato estatal, si es que éste no está ocurriendo ya, donde los funcionarios honestos se inhiban de realizar cualquier tipo de gestión o contrato que pudiera llegar a ser malinterpretado, investigado, y llevado a la justicia del crimen. Porque hay que reconocer que hay que tener coraje hoy en día para plantear una salida política a un tema donde la prensa se deleita haciendo acusaciones varias, y donde por culpa de algunos corruptos que efectivamente mucho han robado, se ha generalizado a toda la administración pública como ladrona y coimera.

Así como esta vez fue Ominami, ayer fue Claudio Orrego, o incluso el propio Frei Ruiz-Tagle, o desde hace años han sido decenas de políticos o académicos, son muchos los que se han dado cuenta y han alertado que con la gestión y modernización del Estado no se juega, y que la función pública hay que cuidarla y dignificarla. Pero como buena tragedia griega, han primado los actores que no hacen nada por evitar el final trágico. De lo que se trata es de crear las condiciones institucionales y políticas que logren hacer con la administración pública algo tan simple como lo que los médicos han hecho con la medicina: dotarla de capacidad técnica y aislarla de la contingencia. ¿Porqué? Porque en ambientes desinstitucionalizados la tentación es grande. Así de simple.

La tentación de allegar incondicionales al aparato estatal, y remunerar partidarios y activistas con cargos y prebendas, ha existido siempre. La vieja burocracia conservadora obedecía a una reclutamiento elitista y poco meritocrático. Desde el Poder Judicial hasta la Cancillería, las castas y redes de influencia conservadora y familiar mantenían las instituciones. Este círculo logró superarse, en parte, gracias al surgimiento de una burocracia mesocrática, ilustrada en la educación pública. A mediados de siglo, la clase media y los gobiernos radicales cambiaron la fisonomía del Estado. Pero la tentación era muy grande. Corría una suerte de carrera paralela, basada en el mérito partidario y no técnico. El Estado benefactor y productor, grande y generoso, daba como para retribuir cualquier favor de campana.

Los militares también se tentaron. Llenaron de su gente las oficinas públicas, y más encima, los atornillaron legalmente para siempre. Llegada la Concertación, hubo que reconstituir un servicio público menoscabado en su dignidad. Pero, como en la tragedia, también hubo irregularidades y mediocridad. Reformar realmente el Estado significa menor control para los partidos, y por tanto, menos incentivos con qué remunerar.

Por otro lado, la tentación de ganar voto fácil a costa de la función pública es también poderosa. Si esta semana fueron Piñera y Zaldívar quienes vieron la oportunidad de sacar una buena frase para la galería, hay que reconocer que la UDI y el propio PPD han sido especialistas en dicha tarea. Claro, nada vende más que una acertada acusación de corrupción, aunque sea falsa. Nada mejor que hacerse el simpático o el implacable ante la opinión pública, escondiendo o ignorando los reales problemas que aquejan a la administración pública. Yo mismo, como columnista, podría sacar una sonrisa fácil de parte de quienes quisieran ver funcionarios en ridículo y cabezas rodando, hacerme el duro y exigir, no sé a quién, pero exigir no más, la renuncia de medio mundo.

Lo concreto es que hay gente honesta que ha sido detenida injustamente, junto a gente pilla que sí se lo merece, sin que seamos capaces de distinguir a los unos de los otros. Partidos que no tienen el coraje de enfrentar el gran dilema colectivo de reducir la bolsa de incentivos para que todos estemos mejor, y abordar la necesaria reforma del Estado. Políticos que no logran sacudirse de la paranoia de la indiferencia televisiva, y que para eso inventan frases y hacen comentarios que en nada ayudan a realizar una evaluación seria y ponderada de la situación que se vive. Periodistas que sólo ven mugre en unos lados, y en unos tiempos, callando otros lugares y otras épocas. Privados que incurren muchas veces en las mismas conductas que tanto reprochan. Un país lleno de fariseos que rasgan vestiduras impunemente. La tragedia de un país serio que dejó de serlo, cada vez más cerca.
FJD/

La Concertación es Tuya

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 17 de Noviembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

El gran Vladimir Illich Ulianov, Lenin, se preguntaba en 1902: ¿Qué hacer? Creo que esa es la misma pregunta que debe estar rondando en La Moneda y en los partidos de la Concertación estos días. Para ayudarlos un poco en su tarea, intentaré dar algunas luces al respecto, partiendo de una premisa arriesgada para un analista: la Concertación puede ganar en el 2005. Lean estos cinco puntos y háganme caso.

Primero, hay que tener en consideración algo fundamental: el “caso coimas” no se ha dado en un conjunto vacío. Se da un contexto de extrema fragilidad de instituciones que parecían incólumes y robustas, por sobre el bien y el mal. Se da cuando se sorprende a dos sacerdotes en conductas pedofílicas y homosexuales. Cuando hay militares que venden armas a narcotraficantes. Cuando en Aysén un grupo de bandoleros mata a una decena de cabros, mientras se realizan fuertes acusaciones de complicidades entre diversas autoridades y donde todos recordamos la extraña foto de un juez pilucho, drogado, acostado en una cama con sábanas de seda, acompañado de sospechosas damiselas. O sea, todo digno de la más sórdida trama gansteril.

Todo lo anterior en un contexto de prensa libre, aguda y sarcástica, como nunca antes se había visto. Interesada y parcial muchas veces, pero al menos abierta e irreverente con la autoridad --no así con algunos grupos económicos, pero en fin. Y con ciudadanos cada vez más exigentes y ávidos de información.

Parafraseando a Anthony Giddens, el gran sociólogo de la globalización y director de London School of Economics, es difícil pensar que hoy en día se den más prácticas corruptas que antes. Lo que pasa es que hoy en día éstas se conocen y valoran negativamente. Y no es un mero tema de que, por ejemplo, en dictadura no se supieran estas cosas, si no que también hay un fenómeno de ciudadanía menos dócil, más inquieta y más exigente con sus autoridades y sus impuestos. O parafraseando a ese otro gran filósofo, Yerko Puchento: ¿alguien cree que el padre Tato es el primer cura frescolín? Claro que no. Por tanto, yo enfatizaría la confianza en la gente honesta que compone las instituciones.

Segundo, el mundo ha cambiado. Durante los últimos trece años hemos vivido en una “pax romana” inusual, sin guerra fría, ni potencias, ni problemas. Un solo campeón que manda y que nos daba seguridad. En cosa de meses se derrumbó este castillo de naipes y los chilenos fueron testigos de los episodios más traumáticos que presenciarán en sus vidas. Cayeron las torres, se desplomó Argentina, bombardeos, saqueos, robos. Ayer o anteayer, ver a niñitos transandinos morir de hambre en Tucumán causa impacto en todo Chile. Bush irá a la guerra, su gente lo aplaude. En Latinoamérica, nadie respeta a sus gobernantes, salvo Lula o Lagos. Por tanto, yo enfatizaría la protección y la seguridad.

Tercero, está demostrado que los escándalos éticos no afectan a los honestos. La gente le cree a Lagos, sabe que es honesto y que está decidido a combatir la corrupción. La gente le creerá cuando él designe a su sucesor, también honesto. Los escándalos afectan más bien a esa clase política chata, sin ideas, hipócrita, que promete y que no cumple, de risa cínica y mucha palmadita en la espalda y beso en la mejilla, y que por lo general son hombres, de gobierno y de oposición. Por tanto, yo enfatizaría a alguien que simbolice un cambio real en la clase política.

Cuarto, si lo que está en cuestión son los políticos tradicionales, hombres y corruptos, la Concertación debiera apostar por un político no tradicional, mujer y honesta. Así de simple. Sólo una mujer se puede plantear como alternativa real al cambio falso que propone la UDI. Lavín frente a una mujer es un político más, chato, cínico, de sonrisa constante y palabra precisa, que promete y no cumple. Las mugres que ha hecho en el centro de Santiago hablarán mal de él a la hora de enfrentarse a una mujer responsable, seria, querida por la gente. Una madre que da protección cuando nadie más, ni los curas ni los milicos ni los políticos, dan protección. Que entiende a sus hijos, a sus maridos y a sus colegas de género.

Quinto, yo que Camilo, Guido y Adolfo, sin contar a Patricio que está tras las rejas, diría como la Teletón: “Ricardo, la Concertación es tuya”. Todo su apoyo para terminar un buen gobierno, que la gente valora por su decisión para enfrentar momentos difíciles. Quien se quiera desmarcar le irá mal.

Porque a la larga, la Concertación no es tanto más que un grupo de personas organizadas, sin mayor superioridad moral a estas alturas, pero con mucha mayor sensibilidad social real, que intenta implementar políticas públicas que acentúan el bien colectivo por sobre el ideologismo individual. Si a eso le ponen nombre de mujer, apuesto que ganan.

FJD/

¿Todo mal?

Diario La Nacion, Domingo 12 de Enero de 2003

Francisco Javier Diaz

Soy optimista. En terminos generales, siempre trato de ver el
lado bueno de las cosas o la manera sensata de mejorarlas.
Tambien soy realista. Trato de ver y apreciar la realidad tal cual
es. Creo que esta existe y por tanto puedo, y debo, conocerla.
Pero no soy ni tonto ni inocente. Soy mas bien un tipo
razonablemente optimista, o sea, de un optimismo fundado en la
razon, anclado en la realidad.

El analisis serio y riguroso de los hechos, mas una correcta
ponderacion de los mismos, son las principales herramientas del
analista optimista. Saber con quienes se cuenta y con que no
se cuenta. Entender que la vida politica es mucho menos ideal
de lo que uno quisiera. Que los equipos no los arma uno, que
vienen armados de antes o son impuestos. Que en politica
muchas veces hay que tragar sapos y culebras, y que existen
practicas de poder oscuras y deleznables.

Asi es la politica, y me atreveria a decir que asi es tambien la
vida. Una trama de noblezas y pasiones, verdades y mentiras,
ideales y enganos, equipos y camarillas, lealtades y mafias. No
nos hagamos los santurrones.

Sin embargo, hasta el mas optimista de los analistas, o sea yo,
en semanas como esta se quiebra y encuentra todo mal, nada
bueno. Ni posibilidad de salida. Entonces, solo cabe volver al
comienzo, reordenar los hechos, separar la paja del trigo y ver
que pasa efectivamente. Y lo que pasa en Chile son dos cosas
muy sencillas: Una, el fin de la Concertacion ganadora y el inicio
de la centroizquierda competidora. Dos, aunque parezca chiste,
destaco el hecho de que las instituciones funcionan.

En el Chile post Aranguiz, se acabo el triunfo de la Concertacion
porque si. A estas alturas, pocos quieren votar por la
Concertacion solo porque recupero la democracia o por su
compromiso con los derechos humanos. Todo cierto, todo
innegable, todo merecedor de que a mucha gente, digamos que
mas de un 40%, se le revuelva el estomago antes de votar por
la derecha. No quiero analizar los episodios de los ultimos meses
ni mucho menos la detencion del ex ministro Cruz. Pero es un
hecho que todo ello pone fin a la era de la Concertacion
ganadora por presencia y abre paso a una etapa de duro
trabajo de competencia para conseguir la victoria de la
centroizquierda. La Concertacion no es mas que la coalicion de
centroizquierda en Chile, que le habla al pais desde distintos
partidos e historias y le propone un determinado conjunto de
valores compartidos y politicas publicas. Nada mas. Si quiere
ganar, debera desarrollar un trabajo de pastoreo y proselitismo
a gran escala, en aras de convencer al populum de que entre
que gobiernen los ricos o el resto del mundo, es mejor que
gobierne el resto del mundo.

Lo segundo que pasa en Chile es que las instituciones
efectivamente funcionan y eso a la larga es bueno. Pero no me
refiero a un funcionamiento formal, onda Cortes de Apelaciones
en tiempos de dictadura, cuando formalmente rechazaban
recursos de amparo. Me refiero a funcionamiento real, a un
funcionamiento institucional. La frasecita esa de que "el poder
corrompe" tiene mucho de verdad. Es parte de la naturaleza
humana. Hay lugares donde los sistemas de control ya no
funcionan, si es que alguna vez funcionaron, mientras que en
otros lugares los sistemas de control y el sistema etico de la
sociedad, como Chile, todavia premian la honestidad. En general
y en comparacion, somos un pais honesto.

Sin embargo, y debido a que hemos vivido en una
excepcionalidad politica durante practicamente 30 anos, las
instituciones no han funcionado apropiadamente. Que funcionen
significa que hagan lo que estan llamadas a hacer, sin
interferencias sociales ni politicas. No nos ceguemos tampoco:
el andamiaje institucional chileno del siglo XX no era perfecto,
pues mas bien representaba y protegia a poderosos y
conservadores. Solo la gran arremetida mesocratica de
mediados de siglo cambio este esquema. Pero en fin. El cuento
es que como el poder corrompe, hay que separarlo y distribuirlo
en diversos instrumentos y preocuparse de que estos funcionen.
Que las ramas de la defensa defiendan, que la Contraloria
controle, que Investigaciones investigue, que el Registro Civil
registre, que la carrera funcionaria corra, etc. Y ello que parece
tan simple, no pasaba en Chile.

En el Chile post Aranguiz, una institucion fundamental, como es
el Poder Judicial, se ha institucionalizado. Despues de anos de
sometimiento al poder politico, sea por la fuerza, temor o
conveniencia, ahora por fin parece tener discernimiento propio.
Y eso esta bien. Al margen de lo equivocado o parafernalico que
pueda ser el juez, lo importante es que la Corte Suprema, al
deliberar acerca de sus actos, tiene en consideracion el
funcionamiento del Poder Judicial como institucion, al margen del
poder de turno. Un poco como lo han tratado de hacer Cheyre o
Izurieta en el Ejercito o como ya lo ha hecho la propia
Concertacion en numerosos servicios publicos.

Esto hara que las elecciones sean cada vez menos dramaticas
pero mas reales. No nos jugaremos por quien hace funcionar el
pais; para eso estaran las instituciones. La disputa estara en
que mejores ideas y que valores mas compartidos se presentan
al populum para mejorar su vida. Simple y directo. Ya nadie es
mejor que nadie. Somos todos mas o menos malos.

FJD/

“¿Cómo tanta tontera?”

ANIMAL POLITICO
Domingo 28 de Julio de 2002

Por Francisco Javier Díaz

No voy a analizar el rechazo de la Ley de la Cultura en la Cámara de Diputados por dos razones: una, porque ya es noticia pasada; y dos, porque no resiste mayor análisis. Fue simplemente una tontera mayúscula de parte de algunos diputados oficialistas. Lo que importa es saber si ello tendrá alguna consecuencia política, al margen del obvio retraso de la ley.

Es bueno detenerse a analizar lo que nos indican las encuestas de esta semana: La gente apoya mayoritariamente al gobierno, pero crece el porcentaje que no está conforme con la Concertación. ¿Qué pasa allí? ¿Porqué la sensación de que la Concertación no sintoniza con la gente? ¿Porqué si lo que la gente quiere es más protección social, mejor salud, mejor educación pública, más seguridad pero con policías que respeten los derechos de sus hijos, quiere que no abusen con ella en sus trabajos, que no le esquilmen las Isapres, que no le cobren intereses usureros las grandes tiendas, que la protejan en sus contratos, que no se segreguen las ciudades, que no se discrimine, que se proteja a la mujer, que se reconozcan las minorías, que haya ley de divorcio, y la Concertación le ofrece precisamente eso, o al menos, la oportunidad de acceder razonablemente pronto a eso? Pero la gente no le cree y no entiende que basta leer los escritos de la UDI o Libertad y Desarrollo para darse cuenta que la Derecha no hará nada que perjudique los intereses de la minoría conservadora que es la más pudiente.

Hay evidentemente una falencia comunicativa de parte de la Concertación, la cual explico básicamente por dos factores: primero, porque los partidos y los líderes de la Concertación no han hecho todo lo posible para resituarse en su rol como agentes de cambio y pusilánimemente se han dejado colocar en el peor de los bandos imaginables: el bando de los “políticos”. Y segundo, porque se han hecho muchas tonteras.

En Chile siempre ha existido desconfianza hacia los políticos. Quienes se vanaglorian del avanzado y maduro sistema de partidos que existe en Chile, olvidan que la gente siempre ha tenido una actitud de recelo y desdén hacia los políticos. Incluso los políticos no confían en los políticos. Es sabido que Frei Ruiz-Tagle no confiaba a ciegas en sus partidos. Pinochet derechamente no creía en los políticos. Allende recelaba de su propio Partido Socialista, mientras que Alessandri es el principal causante de la debacle de la Derecha en los sesenta. Ni hablar de Ibáñez del Campo, quien ganó precisamente prometiendo “barrer” a los políticos.

En este contexto, los concertacionistas han tenido la poco brillante idea de tolerar que sean identificados exclusivamente con el “club de los políticos”. De promover la participación y la democracia en los ochenta, han pasado a promover las prácticas políticas más aburridas y rechazadas por la población. Sus discursos son vacíos, largos e ininteligibles. Los líderes de los partidos son vistos como sujetos anticuados y faltos de carisma.

Pero además se han hecho muchas tonteras. Por alguna razón extraña, el espíritu de tres chiflados ha aflorado en promedio una vez cada mes y medio, justamente el tiempo que necesita una persona normal para olvidar un episodio político de menor a mediana relevancia política. O sea, los políticos que tienden a pensar “no hay que preocuparse, la gente no recordará esta chambonada en unas cuantas semanas”, tienden a olvidar que la repetición constante y uniforme de una práctica, por minoritaria que ésta sea, acarrea precisamente el efecto contrario: la generalización y construcción de ésta en sentido común.

Destacan, entre otros, las indemnizaciones, las explicaciones sobre las indemnizaciones, la negociación parlamentaria, la mala inscripción de los candidatos DC, la ley que salvó a los candidatos DC, los errores de Conadi, las pifias en Indap, los bonos en Correos de Chile, las cartas de Girardi, los autogoles de Avila, y la tontera de los que no fueron a votar la Ley de la Cultura. En fin, todos hechos no muy relevantes como para que la gente los recuerde uno a uno, pero muchos como para que la gente los olvide en su conjunto.

Lo dijo el cientista político norteamericano Mark Klugmann, ex asesor de José Piñera, en 1993: “La única fuerza capaz de derrotar a la Concertación es el creciente resentimiento en contra de la clase política . . . el club de los políticos tiene que ser re-definido como el club de la Concertación”.

Ahí el problema de los partidos y políticos de la Concertación. La verdadera “tercera fuerza electoral” que existe en Chile, que es el grupo de gente que recela de los políticos, crece y crece con cada uno de estos errores. Y si ahora uno le suma parte importante del mundo del arte y la cultura, peor todavía, la Concertación termina fortaleciendo a su propio enemigo. ¿Cómo tanta tontera?

FJD, Julio 2002

El Tío más Tío

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 15 de Diciembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Había un programa de televisión que veía cuando era chico que hoy en día asombraría por su candidez al lado del Refugio Mekano u otros de esa calaña. Se llamaba “El Show del Tío Alejandro” y creo que me marcó principalmente por su canción llena de metáforas y coros pegajosos. En una parte la canción decía una frase que me quedó grabada para siempre: “Llegó el tío más tío de todos los tíos, el Tío Alejandroooo ....”. Cada vez que quiero significar que alguien es más papista que el Papa o más fanático que el Krammer, recurro a la frase “el tío más tío de todos los tíos”. En política pasa lo mismo.

Cuando los partidos políticos entran en crisis, generalmente renuevan su liderazgo, porque por algo están en crisis. Para ello tienen básicamente dos opciones: Una consiste en acudir a una cara nueva, refrescante, que venga de la periferia del partido y que represente una nueva generación, con nuevas ideas y nuevos estilos. Es una buena opción, pero arriesgada e incierta. El nuevo liderazgo pueda fracasar y dejar al partido peor que antes, con similar pérdida de votos y con menor cohesión interna.

La segunda opción consiste en atrincherarse en los líderes de dentro, aquellos que refuerzan la moral interna. Pueden ser viejos próceres, reservas morales o gallos de pelea. Pero lo central es que el partido se renueva sin renovarse, o sea, se renueva reafirmado su identidad en crisis. Suena paradójico, pero a veces es efectivo. Se impone el orden, se disciplina, se consolidan eventuales nuevos pero inmaduros líderes, mientras el liderazgo interno soporta el chaparrón.

Ejemplos hay muchos. El PSOE en España después de la derrota de Felipe en 1996 intentó de todo, hasta que llegó al liderazgo de un hombre de aparato, Joaquín Almunia. Era el PSOE más PSOE de todos los PSOEs, el mismo PSOE que no se veía cómo le quitaría el aventón económico y cultural al Partido Popular. Perdió por paliza las elecciones de 2000. Luego, los socialistas apostaron por un liderazgo distinto, renovador, moderno, como Rodríguez Zapatero. Y ahí están, con opción de ganar. Lo mismo con los laboristas ingleses, que insistían con el viejo sindicalismo y perdían y perdían, hasta la generación de Blair, Straw, Cook y Mandelsohn. O los socialdemócratas alemanes, que primero intentaron ganarle a Kohl con el PSD más PSD que encontraron, Oskar Lafontaine, para luego acudir a Gerhard Schröeder y su izquierda del centro.

La DC chilena también ha vivido este proceso. Cuántas veces no se ha renovado y vuelto a ser fuerza clave en la política chilena. Uno puede encontrar al menos una decena de libros que anuncian el “auge y caída de la DC”, a partir de 1967 más o menos. Desde entonces han tenido dos presidentes más y siguen teniendo la mejor opción para el 2005. ¿Cómo se ha renovado la DC? De todas formas. Se cimentó con un liderazgo nuevo, como Frei padre. Durante la dictadura recurrió a viejos próceres, como Aylwin. El 92 renovaron el partido con Frei hijo. Cada vez que les quedaba alguna crema interna, llamaban a los baluartes morales, como el camarada Bernardo.

El 2002, en su peor crisis, la DC apostó por el DC más DC de todos los DC, Adolfo Zaldívar. Lejos, el tío más tío. Casi como cuando Canal 13 llamó a Javier Miranda para salvar la crisis del canal. Y en eso hemos estado. Con un partido gobernado desde el riñón y que, por tanto, le cuesta ver y sentir el resto del cuerpo.

La verdad, creo que Zaldívar ha hecho su pega y no tiene culpa de nada. Su norte es la DC y nada más que la DC. Y vino a asumir cuando una ineptitud inverosímil se apoderaba del partido. Él es la opción de sus militantes.

Creo que más errados están quienes no previeron ello. La entrada de Zaldívar a la presidencia de la DC fue casi como una crónica a una pelea anunciada con el PPD. Como el vaquero del Oeste que entra a un Saloon, mira a todos lados, el pianista sigue tocando, el barman sigue atendiendo, mientras que Guido y Nelson siguen jugando al póker mirándolo de reojo. Era previsible que dijera en algún momento “lo siento Johnny, en este pueblo hay espacio sólo para uno de nosotros”.

El problema de Adolfo no es él, son los partidos. Todos colaboraron para llegar a este estadio de cuestionamiento a la coalición. Sus ineptitudes, su desdén por la formación de nuevos cuadros, sus prácticas clientelares, el afán de protagonismo personal antes que colectivo, en fin, todo colaboró para que uno de los partidos tuviera que recurrir al cowboy más cowboy como tabla de salvación.

El tema de la Concertación es que sus partidos viven de un pasado glorioso, pero con prácticas de un presente ineficiente. Así no se hace política. Así no hay coalición.

PhD Fulbright Fellow
University of Pittsburgh

FJD

Tiempos políticos

ANIMAL POLITICO

Por Francisco Javier Díaz

Se supone que como todo columnista que se precie de tal, la semana pasada debiera haber escrito un gran artículo que resumiera el año político 2002 e intentara visualizar los grandes acontecimientos del 2003. Sin embargo, no pude hacerlo, por dos razones: Una, porque me encontraba de viaje precisamente en esos días y el artículo finalmente no alcanzó a llegar al editor. Dos, porque la verdad es que me daba un poco de lata caer en tan típico ejercicio. Los análisis del año en política me parecen sencillamente irreales y forzados. Me recuerdan el típico programa de recuento anual de noche de verano de la TV chilena, con Javier Miranda o Guayo Riveros conduciendo desde la piscina del Hotel Sheraton, presentando un insulso resumen de un insulso año junto a insulsos invitados. Hablemos de política mejor.
 
La política y el poder tienen sus propios tiempos. Así, por ejemplo, se dice que el siglo XIX no comenzó realmente en el año 1800; comenzó antes con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 o con la Revolución Francesa en 1789. A su vez, este tampoco terminó en 1899; terminó con el fin de la Primera Guerra Mundial o con la Revolución Rusa, en 1917. Que decir del siglo XX, el “siglo corto”, como lo llama Eric Hosbawn. Comienza en 1917 después de los bolcheviques y Versalles, y termina en 1989, con la caída del Muro de Berlín. Ni siquiera el siglo XXI comienza allí. Tampoco en el año 2000. Comienza recién el 11 de septiembre de 2001 con el ataque a las Torres Gemelas y una nueva ola de inseguridades y derrumbe de certezas.
 
La micropolítica chilena es igual, también tiene sus propios tiempos y sus propios hitos. Así por ejemplo, las elecciones municipales del 2000 y las parlamentarias de 2001 no fueron las elecciones que midieran el gobierno de Lagos ni muestras de un nuevo eje progresismo versus conservadurismo. Fueron más bien la revancha y contrarevancha de la contienda Lagos-Lavín de 1999. Hubo algunos que han profetizado acerca de lo simbólico que resultó que la segunda vuelta presidencial se realizara en el año 2000. Las pinzas. Todas las elecciones, hasta ahora, se han desarrollado bajo el clivaje Sí-No, Pinochet- Concertación, Dictadura-Democracia. Lo único que hizo Lavín fue, sabiamente, alterar mínimamente este neo-orden político post tres-tercios y atraer a una pequeña porción de votantes del No. Y para ello recurrió a una vieja estrategia siempre eficaz en la política chilena: el descrédito a los “señores políticos”. O en otras palabras, el cambio por el cambio.
 
El año 2002 fue un año corto. Comenzó recién en marzo, cuando Pablo Longueira tuvo la poca cachativa de decir “este año no pasará nada”. Claro, a la UDI le convenía el statu quo de un gobierno que soporta el zafarrancho económico de la región, consolida nuevos mercados y le entrega un país en bandeja el 2006. Lavín simplemente tenía que “hacer hora” para ser Presidente de Chile. La frase de Longueira denota que la UDI se equivocó y no entendió que Chile va más rápido de lo que ellos piensan. Las mugres que ha hecho Lavín en su gestión como alcalde de Santiago comenzaron a pesar y las “Chicas Superpoderosas” de la Concertación, la Alvear y la Bachelet, comenzaron a preocupar. El cambio de verdad, una ciudadanía reflexiva, critica, escéptica y falta de cariño, se comenzó a avizorar.
 
El año político se acabó en octubre, con el “caso coimas”; de ahí en adelante, nada más que decir. La Concertación y especialmente el PPD, pierden su virginidad. Virginidad forzada en todo caso, pues todos sabemos que en política no existen las blancas palomas, sólo los incentivos y leyes adecuadas. Y se acabó el año. Ni siquiera Zaldívar con sus declaraciones o Ávila con sus berrinches, o viceversa. Tampoco se crea que el cambio de gabinete será la panacea. El poder va para otro lado.
 
Sólo dos cosas más rescatables para el 2002. Una, los acuerdos comerciales. Grande Lagos y su equipo, ahí no hay vuelta que darle. Pero será la historia la que se encargue de resaltar este inmenso salto, mientras nosotros discutimos acerca de la playa de Lavín en el Mapocho. La política y el poder, ojo, no son sólo grandes logros. Dos, el hecho de que la prensa en general se haya puesto los pantalones con los políticos, los curas y los militares. Good. Pero además, y no porque yo escriba en estas páginas, La Nación Domingo se puso también los pantalones con algunos temidos empresarios. Dos veces good.
 
Y aquí estamos, empezando un año 2003 distinto, que insisto, comenzó en octubre después de las coimas, donde ser autoridad no es fácil y donde el poder y las elecciones, por tanto, deben pelearse día a día, imagen a imagen, logro a logro. Chile ya no es el mismo y la política tampoco. Lo que viene ahora es una lucha diaria entre dos visiones de sociedad, ambas legítimas, ambas sensatas. Nadie tiene carreras ganadas, nadie está todavía perdido. Feliz Año Nuevo. Esto se pone bueno

“¿Ridículo o Ridículos?”

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 13 de Octubre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Todo el episodio del General Ríos ha suscitado una serie de análisis políticos, jurídicos y judiciales acerca de la Constitución, de las Fuerzas Armadas, de la transición, de la Mesa de Diálogo, de la obstrucción a la justicia, entre otros. Pero hay un análisis que falta: ¿Quién es el real responsable de todo? ¿El caballo o el empedrado? ¿Ríos o la Fach? ¿La persona o la institución? ¿Ridículo o ridículos?

El análisis no es menor; la derecha es tremendamente hábil en confundir a la opinión pública en este sentido. Cada vez que surge alguna grave acusación en contra de algún integrante de las FFAA, la derecha se atrinchera en la defensa de “las instituciones armadas”. E inicialmente asimila la acusación contra el uniformado de turno, como un ataque a la rama entera. “No hay que atacar a las fuerzas armadas, ellas son de todos los chilenos”, señalan los derechistas más conciliadores. “La Concertación juega peligrosamente con la paciencia de las ramas de la defensa”, señalan, en tono amenazador, los más nostálgicos de la época militar.

Pero la estrategia de la derecha no se agota allí, porque tampoco se puede tapar el sol con la mano. Estiran la confusión “persona – institución” sólo hasta cierto punto, y entonces allí dejan caer al involucrado. En otras palabras: comienzan defendiendo a la persona haciéndola un solo cuerpo con su institución. Así, cualquier ataque al acusado es un ataque a la respectiva rama, y por tanto, poco menos que un atentado en contra de las buenas relaciones cívico-militares. Sin embargo, cuando la evidencia se hace abrumadora, la derecha mutis por el foro, mira al techo, silba un rato, habla de los problemas concretos de la gente, y le endosa el cachito a las Fuerzas Armadas. Y son éstas las que tienen que colocar cara de circunstancia y explicar las andanzas de sus ex agentes.

Así lo ha hecho la derecha cada vez que descubren a algunos de sus ex amigos. Así se liberó de Corbalán, así se hizo el cucho con Manuel Contreras, así le pegó la desconocida a Espinoza, así Lavín se hacía el leso cuando Pinochet estaba en Londres, así lo hacen ahora con Campos o Ríos. Ya no son las instituciones, son las personas.

Que no se mal entienda: no tengo ningún propósito de defender en lo más mínimo a personas que han provocaron tanto daño a miles de chilenos y que merecen nuestro más absoluto desprecio político y moral. Pero que el desprecio que sentimos hacia la gente de la DINA o la CNI no nos haga olvidar que habían otros que sabían o debían saber lo que ocurría, que los amparaban institucionalmente, y que ahora tratan de aparecer como blancas palomas inocentes por la vida.

Soy de los que creen que el tema de las violaciones a los derechos humanos debe ser superado y que debemos mirar al futuro. Pero no a cualquier precio. Está bien, la paz social exige generosidad. Está bien, la construcción de un país más justo y equitativo exige concentrarnos en el futuro. Pero que no pretenda la derecha hacer olvidar la historia y más encima, hasta sacar rédito electoral de ella.

En Chile hubo una política sistemática de exterminio que contó con el patrocinio de muchas instituciones. Quien lo niegue, simplemente que trate de explicar de dónde salía la bencina de los helicópteros que lanzaban cuerpos al mar, de dónde salía la plata para comprar o pagar arriendos de sedes de tortura, o que explique porqué muchos de los acusados eran funcionarios públicos con todas las de la ley.

Pero las instituciones son más que eso. Las instituciones quedan para siempre y es nuestro deber cuidarlas y enmendarlas cuando se apartan de su cauce de bien común. El problema de la Fuerza Aérea se origina en determinadas personas, no en sí misma. La Fuerza Aérea es de todos. Yo la financio en parte con mis impuestos y no dejo de recordar que tiene sus raíces en la institución de Marmaduque. No conozco mocoso alguno que alguna vez en su vida no haya querido ser aviador, ni joven que no haya soñado con una chaqueta de cuero con chiporro al cuello, onda Top Gun.

Entonces, que no venga la derecha a intentar hacernos sentir culpables por atacar a una institución llena de gente honesta y buena, cuando fueron civiles y militares de derecha los que colaboraron a carcomer la moralidad de algunos seres despreciables de dicha institución. Y que no venga la derecha a mirar al techo cuando deja caer a los que ayer aplaudió. Ridículos son todos, el que hizo, el que supo y el que calló.

FJD

Socialistas

ANIMAL POLITICO
La Nación, Domingo 18 de Agosto de 2002

Francisco Javier Díaz

El Partido Socialista de Chile culmina hoy domingo su Conferencia Nacional de Organización, a la cual asisten más de mil delegados que han discutido, durante tres días, el futuro del partido. Al margen de las resoluciones que emanen de la Conferencia, lo importante será lo que haga el Partido de ahora en adelante, para hacerse cargo de la extraña sensación de estancamiento y esperanza que recorre a mucha gente de izquierda en estos tiempos.

Es un hecho que el PS se ha estancado. Desde hace tiempo que su porcentaje electoral se mantiene plano como el horizonte, pegado en el 10%. Su liderazgo no se ha renovado y su militancia envejece año a año. En la Conferencia de este fin de semana se apreciaba un buen número de próceres de la época del FRAP, mucho ex rebelde de los ’60 que ahora rondan los sesenta, muchos más luchadores por la democracia de los ’80, y alguno que otro joven, generalmente hijo de algún prócer, de los ’90. Son tantos los recuerdos que porta cada militante, que cada vez que llegaba uno al edificio Diego Portales, el resto se alegraba de verlo y exclamaban, casi como en el comercial: “¡¡¡El Zanahooria !!!”

Pero que no se me mal entienda: mucha de esta gente es gente buena, sacrificada, valerosa e idealista. Gente que ha arriesgado su pellejo en muchas ocasiones de la historia de Chile. Y que, indefectiblemente, ha estado siempre del lado de los más débiles. Esa es la gran fortaleza del PS y que pocos otros partidos pueden demostrar.

Pero esta gente espera que, tal como a ellos en su momento los encantó algún líder o programa serio y sincero, el Partido encante nuevamente al pueblo, que espera con ansias ver una fuerza de izquierda política responsable y moderna. Esos son los conceptos, a mi juicio, que pueden servir para el relanzamiento del PS: seriedad y responsabilidad; sinceridad y modernidad.

El PS ha demostrado en los gobiernos de la Concertación ser un partido serio y responsable. De hecho, ha colocado a algunos de sus cuadros más notables a cargo de las más complejas tareas de la transición y de la construcción de un gobierno progresista. En el parlamento, en los ministerios, en la economía, en los municipios, y ahora en la Moneda, el PS ha dado evidencia de que se la puede. El PS puede demostrar, con sus obras, que está capacitado para el más serio y responsable de los gobiernos.

Pero al PS le falta sinceridad. No porque mienta, si no que porque le falta asumirse en lo que es su actuar y dejar atrás una vieja retórica del siglo pasado, que poco lo ayuda para despegar. El PS necesita dotarse de un discurso moderno, que exprese precisamente lo que es y que cumpla con dos requisitos centrales: uno, que pueda ser entendido perfectamente por el votante, y dos, que no pueda ser tergiversado por sus adversarios.

El PS debe asumir la modernidad y sincerar su discurso en torno a ella. Los partidos que no cambian cuando el mundo cambia, dejan de ser útiles al mundo que pretenden cambiar. Si el PS no asume este desafío, arriesga permanecer como monumento más que como movimiento.

En el fondo, el PS debe concluir su proceso de renovación. Lo comenzó en los ’80, cuando comenzó a revalorar la democracia en toda su magnitud. Lo continuó en los ’90, cuando entendió que si no se gobierna responsablemente y con seriedad, nada de lo que se haga sirve. Ahora debe cerrar el círculo y declararse tal cual es; debe sincerarse ante el pueblo. Ello implica abandonar todo atisbo de discurso totalizador y omnicomprensivo, aún presente en su declaración de principios, así como dejar atrás cualquier atadura con clase o ideología determinada. Aunque duela a los nostálgicos.

Muchos otros partidos socialistas exitosos del mundo han vivido similar proceso. Lo vivió el PSD alemán en 1959, a través del famoso programa de Bad Godesberg. Los españoles del PSOE lo hicieron a finales de la dictadura de Franco, en 1975, liderados por Felipe González. Los laboristas tardaron hasta 1995, cuando Tony Blair remeció las viejas estructuras del socialismo británico.

La idea es entender que las metas finales o utopías globales ya no están en su horizonte inmediato. La política moderna es la contingencia y la lucha que se da en ella por lograr mayores espacios de libertad para todos y por reducir la evidente desigualdad existente con medidas concretas y duraderas. El desafío del PS es fijar su gramática ética y valórica para enfrentar la contingencia moderna. Tiene la gente, tiene el nombre, tiene la historia. Es de esperar que los nuevos líderes sepan enfrentar este desafío.

FJD/

Peinando la Muñeca

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 24 de Noviembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Hay distintas expresiones que se utilizan para graficar la locura. Yo siempre digo “chalado”, por ejemplo, y no tengo ni la más remota idea de lo que significa. Los más viejos dicen que alguien está “más loco que una cabra”, pues, según ellos, las cabras del monte son muy locas. “Se te apagó la tele”, “te subiste arriba de la pelota”, se decía hasta hace poco cuando alguien quedaba loquito después de un par de tragos o algún tipo de alucinógenos. También se decía en su momento estar “rallando la papa”, vaya a saber uno porqué. Pero la última que escuché me encantó por lo gráfica y por lo pop: “Loco, estai peinando la muñeca”. Díganme si no es genial. Evoca de inmediato las películas donde algún personaje importante enloquece y termina el filme con una escena donde el loco habla solo, metido con ropa dentro de una piscina, peinando lentamente una muñeca de juguete.

Bill Clinton hacía cosas así con el léxico. Como sabía de su popularidad entre los jóvenes profesionales urbanos de Estados Unidos, que probablemente no le daban muchos votos pero sí puntos en las encuestas, trataba de hablarles en su lenguaje. Para ello, sus estrategas teledirigían los focus groups hacia esos estratos e intentaban identificar las palabras o expresiones típicas que fueran surgiendo. Así, en cosa de semanas, Clinton aparecía diciendo algo propio del sentido común de estos grupos, logrando una gran sintonía, o al menos, un cierto grado de simpatía con ellos.

En Chile hemos estado peinando la muñeca las últimas semanas. Alguna locura colectiva parece que nos agarró con viento de cola, haciendo que la discusión política se centre en lo banal, en el escándalo, en lo poco importante o en lo derechamente tonto. Y salvo voces minoritarias, hasta ahora nadie habla de lo relevante y de lo trascendente. Todo es ahora. Como salgo del paso. Como me jodo al otro. Como saco una tajadita de todo esto.

El Gobierno ha ido de sorpresa tras sorpresa. Estuvo bien en un primer momento en esperar ver cómo decantaba el asunto, bajo el alero de la inmejorable, pero real, excusa de que funcionen las instituciones. Pero algunos han girado más de la cuenta. La verdad sea dicha, se ha notado mucho interés en lo comunicacional, onda Clinton, más que en tomar medidas de fondo. Lo importante acá es la administración pública, la reforma del Estado. Los más capaces en los servicios públicos, las remuneraciones transparentes. Las estructuras modernas, ágiles, y los funcionarios innovadores, correctos y bien pagados. Los gerentes públicos, los concursos, el mérito. Un financiamiento de la política serio y sincero. Poco de eso ha estado en el discurso. Es cierto, estos temas poco interesan al vulgo, pero no nos engañemos, pues es allí donde están los problemas.

El Parlamento ha dado pena. ¿En qué momento dejamos de elegir políticos inteligentes? Salvo un par de excepciones, ¿a qué diputado uno iría a escuchar a alguna conferencia? ¿A quién le compraría un libro? ¿A cuál se le podría atribuir la calidad de experto en algún tema de relevancia? Por otro lado, casi todos han participado del “far west” institucional en términos de funcionamiento de la política. Todos han recibido millonario financiamiento de empresas y empresarios, pero pocos hacen un esfuerzo por reglar y transparentarlo. Y cuando algo pasa, a lo más dicen: “¡¡Pareto y Jiménez: al rincón!!”

La Concertación también peina la muñeca. Ahora resulta que no se juntan, no se hablan y más encima, se tratan de echar al agua. ¿Cómo no darse cuenta que la supervivencia de la coalición es la única posibilidad de que no gobierne la derecha? Hemos dicho en otras ocasiones: la Concertación no es si no una comunidad de políticos que desean implementar un determinado programa de políticas públicas, las que comparten una cierta visión colectiva de la sociedad por sobre el ideologismo individual del neoliberalismo. Tampoco da para mucho más. Por tanto, ¿hay alguien que prefiera que gobierne la derecha antes que esta comunidad?

Dado que no es así, pues entonces que los partidos pongan algo de cada parte para superar esta crisis que amenaza con marchitar a, por lo menos, un par de generaciones de policymakers. Y creo que lo central pasa por devolverle la confianza al gobierno. Porque por ejemplo, sólo con actos de confianza de esta naturaleza el Presidente no tendrá que nombrar ineptos en algún cargo público sólo por satisfacer a determinado partido.

Por el bien del gobierno, ojalá pase luego el chaparrón y prime la cordura. Que las portadas de los diarios las ocupe la Teletón, la “U” campeón, la Pascua, Año Nuevo, festival de Viña, vacaciones, y que en marzo se comience una nueva etapa. Una meritocracia popular, democrática, moderna, ágil, carismática y abierta. Que prime la sensatez y dejen de lado las muñecas.

FJD/

Nos dijeron cuando chicos

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 4 de Mayo de 2003

Francisco Javier Díaz

¿Cuántos chilenos de los años ´80 no se dieron cuenta que compartían los valores de la izquierda o centroizquierda si no hasta que escucharon las canciones de Los Prisioneros? Es cierto, no fue ni Silvio, ni los Quila, ni Schwencke y Nilo. Ahora Los Prisioneros sacarán un nuevo disco, “Ultraderecha”, donde, por lo que se ha informado, volverían nuevamente a hacer evidente lo obvio y recordar que todavía queda mucha injusticia en Chile. Ese es el problema del progresismo en Chile: tiene que venir alguien de afuera, como Los Prisioneros, a recordarle a su gente que la política no es sólo poder burocrático, también es realidad. La izquierda se pone tan latera, que a veces hay que remecerla con pegajosas canciones que recuerden al elector que la justicia social aun no es tan verdad.

Nunca he entendido ese divorcio entre la izquierda y la gente que vota por ella. Algo pasa que una vez ingresado al partido, el militante de izquierda, por joven que sea, pierde cable a tierra con la realidad más cotidiana, se pone serio, grave, y se aleja del votante. Como que hubiera que tratar mal a elector y televidente, hacerlo sentir culpable de las mil miserias de este mundo, no dejarlo reír o cantar lo que canta toda la gente, ni pensar, con optimismo, que las cosas pueden estar algo mejor.

Durante los años sesenta, la izquierda tradicional del PS y el PC era acusada de añeja y anquilosada en las más viejas prácticas de la politiquería. El MIR, el MAPU, la JS, o la mismísima JJCC estaban conscientes de ello, y pedían prestada legitimidad y un poco de onda a artistas e intelectuales. Los jóvenes votaban comunista no sólo por Luis Corvalan, si no que también gracias a Víctor Jara. Se hacían miristas no sólo por la aguda contradicción histórico-dialéctica de la época, si no que también por la estudiada foto en blanco y negro, abrigo oscuro de cuello subido y mirada a lontananza de Miguel Enríquez, como decía Jorge Castañeda, el más sexy de los revolucionarios.

Lo mismo ocurrió en los años ochenta. Mientras los jóvenes en las fiestas escuchaban The Police o Charly García, la izquierda seguía ensimismada en Pablo Milanés o Inti Illimani. Ahora, ello era entendible: con una CNI persiguiendo y matando a su gente, pocas ganas quedaban, me imagino, como para escuchar los Cuarenta Principales. Pero si bien ello explica el divorcio, lo cierto es que éste aún existía. Y por cierto, nada justifica que el progresismo se haya puesto tan enfermantemente aburrido, sin mística, con tan poco contacto con la gente y tan ignorante de lo que pasa en los gustos de los jóvenes, como se puso en los años noventa.


Seamos sinceros: a Pinochet se le ganó el plebiscito cantando “La Alegría Ya Viene” y no la “Cantata Santa María”. Se le ganó con un arcoiris y un lápiz, y sin ni un pinche fusil. Los ochenta eran los tiempos de las protestas masivas de jóvenes que creían que podía haber algo un poco más decentito que un gorila gobernando, pero que de materialismo histórico poco y nada sabían. A la izquierda le encanta pensar que es precisamente lo contrario, pero en fin. Uno podía tirar un par de peñascazos por la mañana en el liceo o la universidad, incluso se podía ir detenido, pero la mayoria llegaba a la tarde a la casa a ver “Los Títeres”, “Marta a las 8”, o “Mi Nombre es Lara”. Jamás vi a nadie bailando en una fiesta a Illapu, pero sí a Soda, Valija Diplomática o GIT. Recuerdo una de las últimas concentraciones del No, en el Parque La Bandera, donde todos deliraron con Los Prisioneros. En el público se veía mucho artesa, sí, pero muchos más jóvenes con pantalones de colores y tela amasada, mucho zapato Pluma, mucha niña de blue jeans con unas manchas de cloro blancas, como si estuvieran nevados, mucha chasquilla parada y mucho cinturón de cuero blanco y hebilla ancha por encima de la blusa. Esa era la moda que la izquierda no conocía.

Nadie le habla a la generación que no recuerda bien la escasez de la recesión del ´82. Que ha vivido toda su vida con un televisor frente a la mesa de la cocina. Aquella que le carga la ineptitud y la ineficiencia, y que siente un malestar profundo por la desigualdad. ¿Qué quiere este votante hoy en Chile (cuando vota)? Quiere políticos honestos y sobre todo, capaces. Que nadie se gane la plata sólo por pertenecer a determinado partido. Quiere una economía estable, quiere trabajar, y que haya seguridad en las calles, salud decente y educación para todos. Quiere dignidad y respeto, sobre todo si es pobre. Y presiente, porque nadie se lo ha confimado claramente, que la derecha no va acorde con sus valores. Intuye, porque nadie se lo dijo cuando chico, que la igualdad simplemente no es tema para Lavín, Piñera o Longueira.

Entonces, tiene que venir gente de afuera a remecer estas consciencias. Hasta ahora, sólo Morandé, Viñuela y Araneda han dicho que los hombres son hermanos y juntos deben trabajar. Alguien tiene que decir que eso no es tan verdad. Porque en Chile aún hay espacio para una izquierda de mayorías, aunque ella no lo quiera, no sepa cómo, o ni siquiera se dé cuenta.

FJD

“Pe, Pe ... Dé”

ANIMAL POLITICO
La Nación, Domingo 25 de Octubre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Un amigo guachaca me decía hace un tiempo: “sabe compadrito, el PS es como una casa de remolienda de esas antiguas, con cabrona, ponche, brasero y llena de putas viejas. En cambio, el PPD es como uno de esos prostíbulos modernos, alfombrados, climatizados, con jacuzzi ... y lleno de putas viejas”. Si bien la metáfora no es de lo más elegante y puede sonar incluso ofensiva a los de epidermis fina, lo cierto es que parte de los avatares del PPD se pueden explicar por la mala idea de sus dirigentes de olvidar que la política no se hace en el vacío. Se hace con slogans, sí, pero también con gente y con historia.

Soy fanático de Dick Morris, ex asesor y estratega de Bill Clinton. Hace algunos meses lanzó su último libro, “Power Plays”, donde a través de la descripción de una serie de casos históricos, intenta ilustrar sus teorías acerca del éxito o fracaso de un liderazgo político. Una de estas teorías dice relación con el partido del líder. Morris señala, en breve, que cuando el partido se pone díscolo o entorpece su propio crecimiento, la indicación es clara: señor líder, reforme su partido.

De ahí el ejemplo de Tony Blair, que transformó el viejo laborismo inglés en una fuerza nueva y potente, para lo cual hubo de remecer las antiguas estructuras del partido que lo ataban al voto y las mayorías internas de los sindicatos y confederaciones. O el caso de Koizumi, el Primer Ministro japonés, que luego de los escándalos de corrupción y merma electoral que sufre el Partido Liberal Demócrata a partir de 1993, logra remecer la estructura de viejos caudillos, empresarios y grupos de interés que dominaba el partido y relanzar un nuevo tipo de liderazgo.

Una genialidad similar fue lo que hizo Ricardo Lagos con el socialismo en Chile. Si bien el nacimiento del PPD está ligado al plebiscito de 1988 como estructura instrumental, es un hecho que tras ello el partido se posicionó como una fuerza de izquierda nueva, distinta, moderna. Ahí la definición clave de Lagos y su gente. Reformar el socialismo chileno tomaría años --como de hecho lo ha tomado—así que mejor irse por la vía del PPD. Un nuevo caso para Dick Morris, con una variante en su cometido: si su partido lo está jodiendo, organice uno parecido.

Luego del desasimiento de Lagos del PPD y su elevación a figura emblemática para todo el socialismo chileno, el PPD entró de lleno al gobierno y al parlamento. Pero ahí estuvo su principal problema: no captó nunca que sin historia, sin base y con votos prestados, sería difícil sobrevivir más allá de la administración del estado.

Así, la gran debilidad del PPD es que éste se explica sólo por el gobierno. Su legitimidad y visibilidad se explica por y para la Concertación en la administración. Si hiciéramos el ejercicio mental de perder la elección, todos los partidos sobreviven sin mayores problemas, como de hecho lo han hecho, en condiciones heroicas muchas veces, salvo el PPD. A excepción de sus figuras nacionales, algunos parlamentarios y aquellos que se han privatizado, el PPD como partido vería temblar su actual posición.

El PPD cometió dos grandes errores, que explican porqué dos escándalos menores a ojos de cualquier observador imparcial, como son el caso “cartas” y el caso “coimas”, logran desestabilizarlo tanto. Porque reconozcámoslo aunque sea al pasar: han habido cosas mucho peores en la política chilena.

El primer gran error del PPD fue sentirse y proyectar la imagen de inmaculado, cuando todos sabemos que la política es fría y descarnada. Era risible ver a algunos de sus dirigentes, que tienen años de circo, presentándose como blancas palomas. Es duro admitirlo, pero las vírgenes no existen en política. Al priorizar un perfil público fiscalizador antes que propositivo, primero con Schaulsohn y luego Girardi, Leal, Ávila et.al., el PPD no entendió que el juego de la denuncia en política es un juego de suma negativa, donde todos pierden, unos más que otros, claro, pero a la larga todos pierden.

Así, temo que la excelente campaña de “te defiende”, en vez de ser interpretada como el león que te defiende de los excesos del neoliberalismo, de la depredación del medioambiente o de las causas de nuestra inseguridad, fue más bien entendida por algunos como el león que ataca a los políticos desde una vereda distinta a la de la UDI.

El segundo gran error del PPD fue creerse el cuento de su éxito electoral y girar a cuenta de él. Hay que ser claros: la primera fuerza política en Chile no es la UDI, es el laguismo, o socialdemocracia, o centroizquierda, o como quiera que se le llame. El PPD subió su representación parlamentaria de manera meramente circunstancial. Así como el PPD no es la primera mayoría, ni Jofré es un mago o los candidatos no eran ni tan cototos, el PPD tampoco es el futuro exclusivo. Toda la centroizquierda es el futuro; un progresismo moderno, eficiente, sensible y cercano a la gente. Socialistas, radicales, demócratacristianos, independientes, gente de la calle, de la cultura, académicos, artistas, mujeres, muchas mujeres, jóvenes, estudiantes, obreros y cesantes. Todos son ese futuro.

No se trata de hacer leña del árbol caído, porque no sólo hay poca leña, sino que porque el árbol tampoco estaba tan crecido. Puede sonar contradictorio decirlo, pero siento que el PPD ha perdido la virginidad que nunca tuvo.

FJD/

Piquito, Piquito

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 8 de Diciembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Un amigo me dijo una vez que yo jamás podría entrar al círculo de intelectuales del país. “Estás demasiado contaminado con miles de horas de televisión”, fue su categórico diagnóstico. Y creo que tiene algo de razón. Viví mi infancia frente al televisor. Colegio, tareas, pichanga, tele. Mi día se repartía entre el Matinal de Teleonce, Festival de la Una, Tardes de Cine, Marco, Heidi y 60 Minutos. Pero viendo la Teletón la semana pasada, ahora pienso que al revés: Uno no puede entender cabalmente al votante chileno sin todas esas horas de televisión. Existe una suerte de código secreto entre nosotros los tevitos compulsivos, que nos permite saber qué es lo que la gente quiere y espera de sus figuras. Televisión, comunicación y política. De eso se trata el poder de hoy.

Un solo ejemplo: hasta hace apenas un par de años, decir “piquito” en Chile no significaba nada. A lo más algún niño chico podía pensar que “piquito” era sinónimo de “tulita”, pero nada más. Pues bien, tuvo que venir una estrella de televisión, como la Bolocco, y casarse con Menem frente a las cámaras de la televisión argentina, que éste matrimonio fuera transmitido en directo para todo Chile, y que los locutores argentinos nos sorprendieran hablando del “piquito” que se dieron Carlos y Cecilia, para que en Chile, por arte de magia, comenzáramos a hablar de “piquito” para referirnos a un breve beso en los labios. “La televisión penetra” decía Pepe Tapia, con mucha razón.

La Teletón politizó el neologismo “piquito”, con el desafío entre Lavín y Marín. Lavín accedió, Marín se negó. ¿Quién estuvo en lo correcto? ¿Quién ganó más votos esa noche? Para responder tan trascendente pregunta, un breve análisis del poder y la comunicación.

Muchos de nuestros políticos no entienden que “salir en la tele” no es lo mismo que utilizar la tele. Los hay de dos tipos: Unos que hablan y hablan ante las cámaras como si lo estuvieran haciendo en una plaza de pueblo ante una multitud enfervorizada. Lenguaje alambicado, cero prestancia, mala presencia, cero cercanía. Un simple discurso televisado. Un breve ejemplo: “¿Señor político, usted está a favor de la Teletón?” Respuesta: “Mire, hay que distinguir, porque si bien es cierto, no es menos cierto que, empero ello y no obstante lo anterior, el bien superior de la patria así lo exige y demanda”. ¿Qué dijo? Sepa Moya. Entonces viene el editor de prensa, saca una cuña a su antojo y arma el mensaje que se le ocurre.

Hay otros que confunden ir a la televisión con ponerse gil. Está bien, la TV es un fenómeno de masas, por lo que hay que cuidar la retórica para no pasar por latero. Pero cosa distinta es ir a jugar al un dos tres momia, bailar tieso como palo, hablar de la paz del mundo o dárselas de comentarista de fútbol. ¿Se ha visto algo más patético que Avila jugando al mudito con Piñera en Viva el Lunes? ¿O algo más falso que la buena onda del famoso Axé Político en la Teletón? Mi sabia abuela, que hoy está de cumpleaños, siempre dice: “Sabe mijito, no me gustan los políticos que hacen leseras”.

Al respecto, siempre se coloca el ejemplo de Franklin Delano Roosvelt en Estados Unidos. En esa época, década del 30, el país pasaba por duros momentos. Una tremenda crisis económica había azotado al mundo, mientras que se escuchaban voces de conflicto y fanatismo desde Europa. El ciudadano medio, aquel que decide las elecciones, quería confianza y cercanía. Hasta ese entonces, los políticos daban sus discursos en la radio tal y como si estuvieran en un mitin partidario. Cero empatía con el medio de comunicación. ¿Qué hizo FDR? Comenzó a dar sus célebres discursos nocturnos, donde se dirigía a los ciudadanos del país de manera directa, literalmente entrando a sus casas a la hora de cena. Tenía una voz estereofónica que sabía utilizar muy bien y explicaba de manera sencilla y amena, pero con voz de autoridad, los problemas del país. Éxito total.

En eso hay que sacarle el sombrero a Lavín. El tipo sabe utilizar la televisión y no simplemente aparecer en ella. Su imagen inaugurando la playa del Mapocho, que permítanme decir que la encuentro una buena idea, queda grabada en la gente. ¿Soluciona los reales problemas sociales con la playa? No. ¿Se atenúa la desigualdad existente? No. ¿Hace feliz a mucha gente pobre? Sí. Buena idea entonces. Apuesto que los nostálgicos de izquierda estarán picados porque no se les ocurrió a ellos primero. Seguro le habrían puesto “Playas Ciudadanas”.

Joaquín estuvo bien en la Teletón en prestarse a dar un “piquito” a la Gladys. A su vez, Gladys estuvo bien en negarse frente a las cámaras, firme, tajante, desde sus principios, pero simpática. “Que se ponga a la cola”, dijo coqueta. Ambos entendieron que el fuego de la TV se apaga con más TV. No con declaraciones públicas, ni sedes partidarias, ni voceros oficiales, ni comunicados de prensa. Se apaga con cara de frente, simpatía, seriedad, sonrisa, cercanía y respeto. Así es la política; así es la televisión.

FJD

“Un Piñera no hace verano”

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 29 de Septiembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Siempre me ha llamado la atención Renovación Nacional. Es un partido extraño, de diferentes personalidades, donde sus dirigentes altos son muy distintos a sus dirigentes medios y a su base. Después de mucho pensar, creo que llegué a una conclusión respecto del divorcio interno de este partido: los dirigentes de RN son muy liberales para ser pinochetistas, mientras que la base es muy pinochetista para ser liberal.

El único otro partido que tiene estas conductas esquizoides es el PS, donde sus dirigentes son evidentemente más centristas que la base que canta con puño, corazón y cerebro en alto y se autodeclara marxista cada vez que puede. Porque en el PPD, Girardi es tan verde como el último militante ecologista que se encadena a un barco caza-ballenas; en el PC, la Gladys es tan hiper comunista como el último compañero del núcleo “José Stalin” de Huechuraba; en la DC, Zaldívar es tan intrínsecamente decé como la última vieja de la parroquia de barrio que marchó con la Patria Joven; mientras que en la UDI Longueira es tan derechista como el más furibundo dirigente y sapo poblacional de la época de Pinochet.

En cambio, en RN no es así el cuento. Piñera, así como en su tiempo Allamand, se declara demócrata, quiere eliminar a los senadores designados, aparentemente desea modificar el sistema binominal, si fuera Presidente de Chile le gustaría poder llamar a retiro a los Comandantes en Jefe, baila, canta, se para de cabeza, en fin, hace de todo para ser “politically correct”, pero su base no lo sigue. Y cuando hablo de base no me refiero exclusivamente al militante de una comuna, sino también a los diputados, senadores, alcaldes y concejales. O sea, casi todo el resto del partido.

Alguien inventó en Chile que los partidos no se acaban. Seguramente al ver que todavía revolotean por ahí algunos viejujos que se juntan a tomar en nombre del Partido Liberal, la USOPO o el PADENA, como que ha quedado establecido que los partidos no se terminan. Pero una cosa es subsistir como un monumento y otra cosa que un partido sea un movimiento. De lo que se trata es de esto último: que el partido exista en la política, mueva gente y genere movimiento en las decisiones de la autoridad.

Existen numerosos casos de partidos que han muerto, así como numerosos casos de partidos que han estado a punto de morir. En Italia, tras el derrumbe del bloque soviético y el fin de la amenaza comunista, la Democracia Cristiana perdió razón de ser. Comenzaron las investigaciones de corrupción, el famoso proceso “mano limpia”, y en cuestión de un par de años se desplomó el otrora fuerte y poderoso partido que gobernó durante casi toda la pos guerra. Con Suárez y la Unión de Centro Democrático de España pasó algo similar: este partido de centroderecha se jactaba de tener las llaves de la transición, hasta que llegó un hábil Aznar y les cerró la puerta por fuera.

De esta manera, hoy no se entiende bien para qué existe Renovación Nacional, mientras que los esfuerzos de Piñera por aclararlo, o los terminan los militares (sea a través de un espionaje telefónico o a través del Almirante Arancibia) o los terminan su propio partido. Hay que entender algo: los mandos medios y bases de Renovación Nacional son gente de derecha. Cuando Allamand formó el partido en 1983, reclutó a sus viejos conocidos del Partido Nacional y a los amigotes de Sergio Onofre Jarpa. O sea, pinochetismo puro, alcaldes, funcionarios de gobiernos regionales, académicos de universidades intervenidas, asesores varios, Codecos, Cemas Chiles, en fin.

Por eso que venga Piñera a hacernos creer que ahora sí que sí la derecha dejará de lado su interés político inmediato por reformar las disposiciones poco decorosas democráticamente de nuestra Constitución, en especial el sistema binominal, da como para decir: “¡¡andáaa!!

La UDI no cederá, pues es negocio redondo para ellos. Y los candidatos a alcalde, diputados y senadores de RN jamás dejarán que su partido los prive de posar en la foto de campaña con la gallina de los votitos de oro, que es Lavín. ¿O alguien cree que, por ejemplo, Lily Pérez está más interesada en tener una Constitución decente que en ser senadora?

Por eso, Renovación Nacional poco a poco seguirá su proceso de “UDIzación” acelerada. Y los pololeos con la DC no pasarán de ser fugaces amoríos de primavera. Así, las ganas y entusiasmo de nuestro estimado Sebastián, que hay que reconocer que salió más porfiado que Allamand, jamás harán verano, porque él no es de allá, sino que de este lado.

FJD/

Pato Navia

ANIMAL POLITICO
Diario La Nación, Domingo 10 de Noviembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Hace una semana, en el programa “La Entrevista del Domingo”, Mauricio Bustamante preguntó al entrevistado, Adolfo Zaldívar, si coincidía con lo señalado por el cientista político Patricio Navia en su columna de La Tercera, en cuanto que el problema de la corrupción tiene su origen en la triple impunidad que se había vivido en Chile respecto de este tipo de situaciones: Aylwin perdonó los hechos de la era de Pinochet, Frei los de la era Aylwin y Lagos los de la era Frei. Adolfo Zaldívar se echó hacia atrás, levantó las cejas, y antes de comenzar a responder con un muy demócratacristiano “si bien es cierto, no es menos cierto”, estoy seguro que debe haber pensado “¿Y qué tengo que responderle yo a ese tal Navia?”

En medio de los escándalos de corrupción y del “Caso Coimas”, he decidido darme un respiro y hablar de lo que realmente importa: El análisis político en Chile. Porque es cierto, todo se ha dicho a estas alturas acerca de los pillines de la Concertación que se quedaron con alguna propina; poco se ha dicho acerca de los pillines del régimen militar que se quedaron con algo más que una propina; a la vez que nada se ha dicho acerca de los pillazos de la derecha que a cambio de una defensa irrestricta de los intereses de los más poderosos en el Parlamento, reciben millonarias donaciones para sus campañas. Tan simple es el cuento que no vale la pena hablar de ello, si no más bien hablar de porqué este análisis simplemente no se hace.

Ahí está la gracia de Pato Navia y la razón de su éxito. Porque, por distintas razones, nuestros “intelectuales públicos”, como los llaman los gringos, dejaron de compartir sus análisis acerca del poder. Ahí está la gracia de Navia: Se trata de un analista que dice en simple lo complejo. Que explica en palabras sencillas e inteligibles, utilizando evidencia clara e irredargüible, los hechos o procesos de poder que vive la sociedad chilena. No habla francés, no usa chaqueta de tweed con parches en los codos ni fuma pipa. Simplemente analiza el poder.

Como señalábamos, por distintas razones, los intelectuales públicos dejaron de compartir sus análisis acerca del poder. Y eso ocurre a escala mundial. Hace décadas, uno podía leer a Samuel Huntington, Henry Kissinger o Zbygniew Brzezinsky para saber de la sociedad y el poder, y los seguía en diarios y revistas. Hoy no. Quienes hablan de nuestras sociedades hoy en día son los Joseph Stiglitz, los Paul Krugmann o los Amartya Sen, todos economistas. Se meten en nuestra política, hablan de nuestras instituciones, explican nuestros valores y muchas veces critican hasta nuestras costumbres.

En Chile ocurre algo similar. Leemos a Sebastián Edwards, Andrés Velasco, Eduardo Engel o René Cortázar, cuando antes, como por ejemplo durante la dictadura, eran nuestros políticos-académicos quienes nos ilustraban acerca del poder.

Creo que la culpa la tienen los mismos analistas, que no han sabido situarse en la sociedad con análisis originales, interesantes y, aunque cueste, de buen consumo. Se pueden distinguir básicamente tres tipos distintos. Un primer grupo que se ha dedicado a traducir y resumir The Economist cada semana, para luego repetirlo en la radio o en la tele. Un segundo grupo que se ha centrado en voluminosos análisis comparados de los cuales no se apartan ni cuando van a “Morandé con Compañía”. Y un tercer grupo absolutamente sociologizado, que se dedica a explicar el pasado en el lenguaje más alambicado posible. Pero del poder actual, real y en juego, poco o nada.

Además, Pato Navia tiene la gracia de ser el primer político globalizado en Chile. Dick Morris, otro gran analista de poder, señala que una de las claves del éxito político está en saber utilizar las nuevas herramientas de comunicación. Así como Roosevelt golpeó con la radio o Kennedy con su imagen de televisión, quien primero golpee con Internet tendrá parte de la carrera ganada. En Chile y en muchas otras partes del mundo, el uso de Internet en política se limita a colocar en una aburrida página web, todo tipo de autopublicidad, la misma que se reparte después en trípticos. Recién ahora en Estados Unidos se está utilizando la red para captar donaciones de campaña, lo que ciertamente revolucionará el sistema político en los próximos años.

En cambio en Chile, el primero en comenzar a hacer política a través de Internet fue Pato Navia, con una red de 800 adherentes a los cuales envía comentarios propios y de terceros una vez al día. En términos de discusión de ideas y rompimiento de estancos entre la clase política y la sociedad civil, Pato Navia y su lista de suscriptores (el “Referente”), son la juventud política más activa e influyente de Chile.

El lector me puede estar reprochando a estas alturas haber perdido toda una columna dominical en hablar de mis amigos. Eso tiene dos respuestas. Una primera respuesta agresiva y visceral, que indica que la columna es mía y escribo lo que quiero, sobre todo en tiempos de asqueo político generalizado. Pero hay una segunda respuesta más profunda que indica que si no analizamos rigurosamente el poder, como lo intenta hacer Navia, seguiremos comulgando con ruedas de carreta. Así, la derecha en Chile, con el pretexto de perseguir a un par de pinganillas que se quedaron con algo de raspado de la olla del Estado, podrá seguir defendiendo impunemente a los poderosos sin que nuestros grandes analistas se den cuenta.

FJD/

Oro no es, Plata no es

ANIMAL POLITICO
Diario La Nacion, Domingo 19 de Enero de 2003


Por Francisco Javier Diaz


Siempre recuerdo una adivinanza muy basica que me hacia mi abuelo cuando chico. Decia: “oro no es, plata no es, que es?”. Me tomo anos descubrir que el juego de palabras escondia que en verdad se trataba del platano (platano ES). Y creo que me costo tanto adivinar el truco por culpa de mi raciocinio excesivamente logico para la tierna edad de siete anos. En el fondo, mi razon de pequenito me indicaba que es imposible saber algo simplemente diciendo lo que ese algo no es. Asi, siempre que mi abuelo empezaba “a ver Panchito, oro no es, plata no es” yo me amurraba y le respondia “claro, y dulce de membrillo tampoco es”.


Ya de grande aprendi la diferencia entre distintas definiciones. Por ejemplo, uno puede irse por la clasica definicion de genero proximo y cualidades especificas. O tambien puede intentar una definicion genetica y acudir a los origenes del objeto definido y como este se construyo en el tiempo. Pero lo que es casi siempre inoficioso son las definiciones negativas, es decir, aquellas que intentan definir el objeto recurriendo a lo que el objeto no es.


Sin embargo, a veces en politica es util saber que es lo que las cosas no son. Como la politica es voluble, cambiante y dificil de aprehender, no obstante los esfuerzos de los cientistas politicos, a veces es util al menos descartar lo que el objeto no es.


No se a que va a llegar el caso coimas y el caso GATE. Tampoco se bien si hay crisis o no. Pero si se que muchas de las cosas que se han dicho al respecto por la prensa o por algunos analistas simplemente no son. Veamos dos de ellas.


Primero, que se ha desmoronado la estrategia del “blindaje” de Lagos, planeada por Ottone y el segundo piso. Habrase visto mayor estupidez que esta? Podria alguno de los analistas o periodistas que repiten esto como loros explicar, de manera medianamente clara, que significa “blindar” a Lagos? Ponerle armadura de fierro? Sacarlo del pais, pasarlo por enfermo, amordazarlo para que no hable? En politica, las unicas estrategias de blindaje que funcionan son aquellas que se hacen en contexto de prensa no libre. Claro, en la URSS pre-glasnot blindaban a Stalin o Brezhnev a cada rato de todo lo que pudiera pasar. O tambien uno puede imaginar un blindaje a nivel de medio en particular, cuando por ejemplo, una cadena, radio o televisora es de propiedad de algun connotado empresario y por tanto, en ese medio se blinda a tal personaje.


Pero hablar de que a Lagos se le blindo, cuando Lagos habla por la tele, radio y diario todos los dias, varias veces al dia, es sencillamente una estupidez. Lagos es quizas el presidente que mas interactua con los medios que hayamos tenido. Es mas, incluso se le podria criticar aquello, porque evidentemente la alta exposicion genera algun riesgo comunicacional. Pero que venga Ottone a blindarlo es tan tonto como pensar que a Jesucristo tambien lo blindaron de las malas andanzas de Judas. En democracia, a la gente honesta no se le blinda de las acusaciones de corrupcion.


Segundo, que Lagos descuido los partidos y se preocupo solo de su imagen personal. Otra tontera mas. Alguien podria explicar como se “cuidan” los partidos desde la Presidencia de la Republica? Se les pasa plata? Evidentemente no. Se les hace caso en todo? Afortunadamente no. Se respetan sus jerarquias internas y se interlocuta con las estructuras formales? A lo mejor por ahi hay algo que se puede mejorar. Pero lo concreto es que no se le puede echar la culpa a Lagos por la inoperancia de los partidos. Es mas, si no fuera porque Lagos goza de un 48% de popularidad, esto habria sido un desbande descomunal y la Concertacion simplemente ya no existiria.


Lo que paso con los partidos es que estos simplemente no han dado cuenta del desfase total que existe para con la ciudadania. Los partidos de la Concertacion no le hablan al Chile del siglo XXI. Le hablan a sus militantes, los cuales son del siglo XX --y de mediados de este. A veces veo a Lagos como un general moderno, con carisma, inteligente, que encabeza una operacion de alta complejidad, con un alto mando serio y tecnificado, pero donde sus lugartenientes, los que debieran tener mando de tropa, o sea, los politicos de los partidos, simplemente no saben tratar a los nuevos reclutas. Como ese lugarteniente de la pelicula “Peloton”, peinadito, educado en la Academia de Guerra de Westpoint por ex heroes de la Guerra de Corea, tratando de lidiar con una tropa de latinos, negros y pobres que poco entendian porque estaban peleando y se dedicaban en vez a fumar marihuana y a contar los dias para volver a casa.


La politica hay que entenderla en su base y no simplemente aventurar teorias de conventilleos. Eso son relaciones humanas, envidias, ambiciones, pero no poder. Lo central es ver como la ciudadania ve al Gobierno, que mal que mal, se financia con sus impuestos, a sus dirigentes, a los partidos y al poder. El resto simplemente no es.

FJD

“Nine - Eleven”

ANIMAL POLITICO
La Nación, Domingo 8 de Septiembre de 2002

Por Francisco Javier Díaz

Estaba hablando con mi sobrina, que tiene 15 años, acerca del menjunje que han armado los parlamentarios a propósito de los feriados que existen en Chile. Porque es un menjunje por donde se le mire: Primero, porque tenemos muchos feriados ridículos, que nadie se ha atrevido a eliminar. ¿Porqué tengo yo que celebrar el 15 de Agosto? ¿Porqué celebrar San Pedro y San Pablo y no San Francisco? Segundo, es un menjunje porque los genios del Parlamento, cuando trataron de arreglar este panizo, no se les ocurrió nada más lindo que trasladar los feriados infundados a los días lunes, de manera de hacerlos más infundados aún. Así por ejemplo, el pasado 27 de Mayo no se trabajó porque se trasladó a ese lunes el feriado que correspondía al día jueves anterior mientras que la Iglesia lo celebró el domingo entremedio. (Sí sé, yo también exijo una explicación). Tercero, porque se les ocurre a última hora tratar de establecer el 20 de Septiembre como feriado, en circunstancias que desde el tiempo de don Mateo de Toro y Zambrano que se sabía que el 20 de este año 2002 caería día viernes y quedaría ensanguchado.

Por último, dentro de toda esta maraña y días laborales perdidos, al Parlamento se le ocurrió derogar el 11 de Septiembre como día feriado y establecer el primer lunes del mes como “Día de la Unidad Nacional”. Al cabo de un par de años de tan poco decoroso fin de semana largo, el Parlamento, para acabar con la fiesta, derogó la ley derogatoria del 11 como feriado, por lo que en rigor, volvió a regir la ley original y se restableció como día sin trabajo.

Allí entonces preguntó mi sobrina: “¿Y porqué tendría que ser feriado el 11 de Septiembre? ¿Por los atentados a las Torres Gemelas?” Antes de reprocharle su escasa conciencia de clase, me di cuenta de una cosa muy obvia: mi sobrina, que votará en las elecciones presidenciales del 2005, nació en 1987. Vale decir, para ella el 11 de Septiembre del ’73 es tan lejano como es para Lagos la disputa entre Barros Borgoño y Alessandri Palma, para la Alvear la matanza del Seguro Obrero o para mi la derogación de la Ley Maldita. O sea, sucesos importantes todos, pero lamentablemente no muy relevantes a la hora de pensar futuro.

De esta manera, el tristemente célebre “Once”, para los jóvenes de hoy no es más que una triste fecha en los libros de historia y que ahora controlará la PAT o el SIES. Bien o mal, eso es, y por tanto equivoca quien pretenda sacar votos en torno a él. El Once hoy es simplemente “Nine Eleven”, como le dicen los gringos al atentado a las Torres y como prontamente le diremos todos nosotros. No es más el quiebre de la democracia en Chile ni el fin de un iluso proyecto revolucionario.

En lo personal, me di cuenta de lo poco que importa ahora el Once cuando, por diversos motivos, me perdí varios Onces seguidos en Chile. El Once de 1998 lo pasé en Buenos Aires, en plena discusión de la ley de flexibilización laboral de Menem. Allí, la oligarquía intelectual de la UCR denunciaba los perniciosos efectos de la reforma para los trabajadores, mientras éstos, cooptados por el menemismo, marchaban por las calles a favor del proyecto. Del Once chileno ni se hablaba. El de 1999 lo pasé en Londres, donde yo estudiaba. La colonia organizó una peña con mucho vino tinto, empanadas y Pinochet preso a unas cuantas cuadras, mientras la prensa británica discutía acerca de la extraterritorialidad de la ley penal y la inmunidad de los ex Jefes de Estado. Recuerdo cuando un Lord preguntó “¿Eleven of what?” El Once del 2000 lo pasé muerto de susto en un barrio palestino de Jerusalén, mientras Sharon hacía un pic-nic en la explanada de las mezquitas. Ni siquiera yo me acordé que ese día era Once.

Entonces, aún cuando la izquierda nostálgica me reprochará el poco respeto a los caídos, lo concreto es que, por ejemplo, ningún candidato en Estados Unidos gana votos en el 2002 hablando de los muertos en la Guerra de Vietnam. Así que no nos vengan con cuentos, desde hace tiempo que esto se veía venir así. Del momento en que se unieron en la Concertación quienes estaban en contra y a favor de la UP, el Once perdió algo de su razón diferenciadora. Por otro lado, tampoco hoy no existe nadie que esté de acuerdo en que los horrores del Once fueron necesarios. Y los pocos que lo están, no tratan de sacar votos con ello. Ya no hay más que discutir; los detalles de la historia los agregarán los historiadores. Para la gran mayoría de Chile, el Once acabó con un gobierno democrático, instauró una dictadura que costó la vida a miles de chilenos, se abrió la economía, años más tarde el país volvió la democracia, y san se acabó. Hoy se vota por la derecha o por la Concertación, y el Once da lo mismo. Y mientras tanto, “Informe Especial”, “Contacto” y “Aquí en Vivo” nos recuerdan “Nine Eleven” y no el Golpe.

Ahora lo que importa es entender qué es lo que pasa en Chile y el mundo después de “Nine Eleven”. Qué pasa en la cultura, en la economía, en las distintas civilizaciones. ¿Somos tan distintos como plantea Huntington?

Por eso las dos preguntas de mi sobrina de 15 años. Una acerca de “Nine Eleven”; la otra: “Oiga tío, ¿Y usted va a tener que trabajar el viernes 20?”

FJD/