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Francisco Javier Díaz

EL ANIMAL SALE DE SU JAULA

Sebastián Cerda
Entrevista del portal Ubre
31/08/04

Luego de estampar agudas observaciones sobre la política chilena en su columna “Animal Político” de La Nación Domingo y Plan B, Francisco Díaz guardó sus comentarios entre un cargo ministerial y una candidatura a concejal. Claro que, en ocasiones como ésta, no tiene problemas en sacarlos.

Durante meses Francisco Díaz transformó a los políticos nacionales en su material de trabajo. Sin ningún tapujo descueraba asertivamente a quién fuera desde su columna en La Nación Domingo, que por un tiempo mudó a Plan B, bajo el sugerente título de “Animal Político”, en la que no tuvo ningún empacho para redactar frases tan directas como “la UDI es asquerosa”. Hoy los colmillos de la bestia están medio guardados en una oficina del Ministerio del Trabajo, donde Francisco se desempeña como jefe de gabinete de Ricardo Solari. En su horizonte también está la próxima campaña municipal, a la que se presentará como candidato a concejal por la comuna de Las Condes.

Ese trabajo y esa candidatura tienen a Francisco, al animal político, rumiendo silente, con la pluma guardada, un poco enjaulado. Pero el ojo sigue tan agudo como siempre, los colmillos igual de afilados. Sólo hay que dar al animal una oportunidad para salir de la jaula. Una como ésta.

¿Por qué un observador de la política decide participar en ella?
–Yo nunca me sentí un observador imparcial y en las columnas quedaba claro que yo no era el típico analista que trataba de subirse a un pedestal de imparcialidad. Yo siempre decía desde dónde hablaba, lo único que no dije es que soy militante socialista, porque encontré que no importaba tanto. Yo milito en el Partido Socialista (PS) desde que tenía 15 años, entonces no es que yo abandone una posición así como de una torre de cristal, marfil o lo que sea, y me meta a la política. Yo siempre estuve en la política.

¿Cómo es que alguien de tu militancia decide poner el pecho de tal manera que se presenta como candidato a concejal por Las Condes, una comuna que tiene una votación de derecha tan alta?
–Yo creo que mi apuesta por Las Condes es doble. Primero aposté por Las Condes por una razón afectiva: soy de ahí, nací, me crié y fui al colegio ahí, y creo que es bueno que los partidos presenten gente en las elecciones locales que sintonice con los problemas locales. Yo tengo la visión de por qué Las Condes podría estar mucho mejor. La segunda razón es que hay un trasfondo súper político: el PS no puede aspirar a que Michelle Bachelet sea presidenta de Chile si no se atreve a ir a comunas como Las Condes a ganar votos. Tenemos que sacar votos de todas partes.

¿Por qué concejal? Hay quienes aseguran que éste es un cargo secundario y muy limitado en sus funciones.
–Hay harto de coyuntura. Yo vivía en EE.UU. hasta hace dos meses y ésta era la primera elección en el calendario, con la cual yo podía enganchar este doble rollo de lo local y de lo político. Y me motivó además que Las Condes ha estado súper hegemonizada por la derecha desde el año 92, en que la Concertación sacó dos concejales y la derecha seis. El 96 sacaron siete concejales y la Concertación uno. Entonces ser concejal “de oposición” en Las Condes es importante, porque todo lo malo de la comuna es culpa de ellos, no tienen ninguna excusa.

La primera experiencia electoral de Michelle Bachelet fue la misma que tú vas a emprender ahora, ¿significa algo para ti eso?
–Es súper divertido, porque hay harta gente que tuvo su primera experiencia electoral allí: Guido Girardi perdió allí, Francisco Vidal y Michelle Bachelet también. Yo, que no voy a perder allí, seguiré algunos de esos pasos.

Empieza a portarte como político, ¿puedes hacer alguna promesa de campaña?
–Bueno, mi campaña no va a ser la típica, porque no tengo la plata ni el tiempo para hacerla. No voy a hacer batucadas, no voy a regalar globos ni voy a llevar modelos con poleras que digan “Francisco Díaz”. No tengo plata para eso y si la tuviera tampoco lo haría. Tampoco haré promesas que escapen a las atribuciones de un concejal, que no tiene poder decisorio sobre cómo gastar el presupuesto municipal. Lo que sí está en mi campo de atribución es fiscalizar a fondo todas y cada una de las acciones del alcalde.

¿Y eso hace falta en Las Condes?
–Sí, derechamente, y para eso yo soy súper bueno, tengo ojos por todos lados y voy a leer a fondo todos los proyectos que el gallo presente, a quién benefician, dónde se está gastando la plata en las corporaciones de salud y educación. Y, segundo, proponer buenas ideas en el concejo para mejorar la calidad de vida de los vecinos de Las Condes que, para los recursos que tenemos y los impuestos que pagamos, es mala.

“AFILANDO LAS GARRAS”

A propósito de tu candidatura en Las Últimas Noticias dijiste que cuando veías los cobradores automáticos te daban ganas de votar por Lavín. ¿Hay algún otro momento en que esa idea asome nuevamente en tu cabeza?
–No, ésa es una metáfora que usé para señalar que la eficiencia en la gestión pública es un valor que tenemos que cuidar como hueso sagrado. Primero hay que ser eficientes y después hay que entrar a hacer política y proponer cosas. El tema con los cobradores automáticos es que creo que no puede haber nada más ridículo. Todos los que andamos en micro nos subíamos y decíamos “no va a resultar”, y me daba ansiedad pensar que ningún tarado hiciera un estudio para demostrar que no iba a resultar. Y claro, daban ganas de votar por Lavín porque él, el 99, era el símbolo de la eficiencia, pero ya no lo es, porque en Santiago ha sido tremendamente ineficiente. Pero no, nunca más me han dado ganas de votar por Lavín, y la verdad es que ésa fue una hipérbole.

Hablando de Lavín, en tus columnas fuiste tremendamente crítico con él, ¿qué te genera su figura?
–Me genera dos cosas: primero, una tremenda empatía, es un gallo simpático, transmite honestidad, preocupación. Pero, por otro lado, me cansa con el marketing absoluto, porque no está haciendo las tareas que debería hacer. Su gestión en Santiago fue mala y la ha tratado de esconder con acciones de marketing. Es un buen candidato, pero yo creo que como presidente lo haría mal, no tiene las condiciones de liderazgo como para serlo.

¿En tu escritura “sin pelos en la pluma” también dijiste, tal cual, que la UDI es asquerosa. ¿Sigue siendo ésa tu visión de la derecha actual?
–Yo estoy muy orgulloso de haber dicho esa frase, en octubre del año pasado, cuando el Plan B sacó un artículo acerca de unas manchas de Jovino Novoa. Yo partí esa columna diciendo “estoy seguro de que Novoa no tiene nada que ver; segundo, creo que la UDI es asquerosa”. Y todo lo que ha pasado ratifica eso. La denuncia de octubre del año pasado era súper inverosímil, pero hablando con la gente me daba la impresión de que a nadie le daba pena que a Novoa le estuviera pasando eso. Nadie solidarizaba con ellos. ¿Por qué pasaba eso? Por las asquerosidades que hizo la UDI en tiempos de democracia y las más bárbaras que hicieron durante la dictadura. Y fueron ellos, no le echen la culpa a Manuel Contreras. Y ahora tienen que andar presionando para que solidaricen con ellos, como pasó con el Cardenal, que lo encuentro último.

Descartando a los cobradores automáticos, ¿cuándo te dan ganas de seguir votando por la Concertación?
–Siempre. Yo voy a votar por la Concertación siempre.

Viendo el devenir del caso Spiniak, las cuentas de Pinochet en el Riggs o la discusión en torno al royalty, ¿has extrañado tu tribuna?
–Sí, sí. Me pican las manos por escribir.

¿¿Qué te dieron ganas de escribir a propósito del devenir del caso Bueno-Novoa?
–Me daban ganas de repetir esto que te señalaba: cómo una denuncia tan inverosímil no genera ni un poco de compasión en el resto. Es un fenómeno que nos va a acompañar, un descrédito total de la clase política, y la UDI solita se metió al medio de la clase política diciendo “nosotros somos uno más de ellos”. Lo del Riggs, ni hablar: cómo Pinochet no sólo mató y asesinó en su gobierno, sino que más encima parece que sacó plata por debajo de cuerdas.

¿Qué habría dicho Animal Político de la propuesta de la derecha en torno al royalty?
–Habría festinado con ella. Cualquier abogado sabe que las patentes se deducen de los impuestos, es como “si te pasas una luz roja, te pasan un parte”. Habría festinado, la habría tirado de taquito para arriba. Ahí está una de las cosas que me molestan de Lavín: esta permanente tentación de hacer acciones sin ningún fondo, sin ninguna sustancia. Eso de verdad me molesta y creo que atenta contra él, contra su credibilidad. Diez años haciendo leseras le van a pasar la cuenta.

“AMIGOS Y RIVALES”

¿Dejaste de escribir por razones de tiempo o porque tu cargo actual en el ministerio es incompatible con una columna de opinión política?
–No, por tiempo. Podría haber seguido, pero de repente algunos temas los habría tenido que evitar, los más ligados al gobierno. Además, creo que no es bueno que un candidato esté escribiendo columnas todas las semanas.

¿Lees a otros columnistas locales?
–Sí, claro. A todos.

¿Hay alguno que te guste o que admires?
–No, admirar no. Leo mucho al Pato Navia, que es amigo mío. Él es el arquetipo del analista político del que hablábamos al principio: imparcial, desinteresado, que pega para todos lados. Yo no era eso. Él es uno de los que leo con mayor atención y de los que me hace pensar más. A Ascanio Cavallo también lo sigo.

¿Hay alguno que te genere anticuerpos?
–Hermógenes Pérez de Arce, de todas maneras. En el último tiempo se me ha estado cayendo Antonio Cortés Terzi. No me gustan los que tratan de resaltar hablando mal de su propia gente, forzando los argumentos para obtener notoriedad.

“LA NACIÓN Y PLAN B”

¿Cómo se dio tu paso de La Nación Domingo al Plan B y de regreso a La Nación Domingo? ¿Por qué se produjo ese periplo?
–Yo vivía en EE.UU. y me llevaron a La Nación Domingo dos periodistas que me dieron la idea de cómo debía ser la columna. Ellos renunciaron en mayo o junio de 2003 para crear Plan B, y yo, que no tenía ningún problema con el diario, entendí que había algo de lealtad a estas personas, así es que me fui con ellos al Plan B, de donde salí por dos razones: una es que uno de estos periodistas volvió a La Nación; la otra, porque en Plan B hubo un momento de tensión a raíz del caso Spiniak, cuando yo saqué dos o tres columnas diciendo que yo creía que esto no era verdad, porque no había antecedentes de que así fuera y que pensaba que la prensa debía ser más cuidadosa con lo que publicaba. Eso iba en contradicción con la línea editorial que había fijado el periódico. Ahí tuvimos una discrepancia. Ya cuando salió la doctora Cordero diciendo que a la Gemita Bueno había que creerle dije “este medio no es para mí”.

Ya que estás en el gobierno no te meteré en líos preguntándote por la salida de Alberto Luengo de La Nación, pero sí aprovecharé ese hecho para preguntarte acerca del rol que debe cumplir el diario. ¿Debe ser un diario de gobierno o un diario de estado modelo TVN?
–No sé bien, pero, al margen de Luengo y habiendo vivido en dos países en los que la prensa libre es uno de los pilares de la democracia, mi impresión es que no se justifica que el gobierno o el estado tengan un diario. Puede haber pluralidad en la sociedad civil, no hay para qué tener algo del estado.

Pero eso es algo que hasta ahora no se ha dado.
–Sí, pero, sin ser un experto, eso es lo que yo veo que existe en otras partes. Donde hay libertad de prensa hay medios fuertes de distintos sectores que compiten activamente por el mercado, y por eso tienen un compromiso con la verdad, con ser incisivos, con ser entretenidos.


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